Imagen Juan María García Campal

De agosto y un sonrojo

15/08/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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Acordará conmigo que el hecho de que agosto se medie viene a ser como el inicio del acondicionamiento de la pista de aterrizaje de septiembre, como si en la feria de medio mundo se presentase la nueva versión del perfume del otoño, como si los árboles nos reclamasen mayor atención a su colorido ante su pronto acelerarse hacia los ocres que más tarde se declarará, acaso amigo, quizá forzado, imitador del suave vuelo en parapente hacia la dimisión de su esplendor, a la total asunción de su cualidad efímera.

Acordará conmigo que el que agosto celebre su virginal festividad es casi como que comenzase a considerar la pérdida de su condición festiva y nos pusiese frente a la realidad que se ha intentado driblar en estos merecidos y menos preocupados, o de preocupación aplazada, días de asueto. Sospecho, tampoco lo tengo muy reflexionado, que, en realidad, el mundo, nuestras vidas se rigen por calendarios escolares –aprendemos tan poco de la experiencia– y los que marcan, interés mediante, los designios económicos de unos pocos. Cada vez más considero que el civil principio de año que marca el almanaque no es más que dulcificación artificiosa y festiva de la realidad, mareo de propósitos, que de esperanzada primavera pronto otoñarán mayormente en presentes frustráneos, y ríete, ríete y diviértete que llama a la puerta, llega el pindio enero.

Acordará conmigo que con su festivo y virginal ecuador, agosto nos rescata de la ensoñación programada y nos anuncia que pronto hemos de enfrentarnos a la propia capacidad de descubrir y festejar o sufrir, allá cada cual con sus miradas e interpretaciones, nuevamente, el verdadero valor y belleza o fealdad de esos normales días tantas veces desacreditados, como mínimo, como anodinos. Y, se sabe, es ahí, en ellos donde residen los mayores tesoros que ofrecen los días del vivir, en lo más habitual de nuestras vidas. Pero acaso esto sean manías mías que, como es conocido, a raro tiro a conciencia y voluntad.

Son las cosas generales de agosto. Después, cada uno trae su propio sonrojo. Este, qué brevedad de esperanza, sin ir más lejos, ha servido para acelerar la contradicción y el escoramiento del gobierno socialista de Pedro Sánchez hacia los postulados más criticados por él y el PSOE sobre la política migratoria del PP, Cs, y de toda la extrema derecha europea. Lo que ayer sirvió para el gesto, no sirve hoy para la justicia. De nuevo el cálculo electoral antes que los Derechos Humanos. Agosto, sonrojo en el rostro. Ay, España; Ay, Europa.
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