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De Abundio y el trueque

19/01/2015
 Actualizado a 16/09/2019
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Haber pretendido regar un cortijo con «el sólo chorrillo de la verga» fue lo que aupó a Abundio a la cima de la idiotez humana, según cuenta Pancracio Celdrán en su Inventario General de Insultos. Se discute que Abundio fuera cordobés, navarro o extremeño, pero nadie ha descartado tampoco que no naciera entre el Cea y el Sil. Se dice también que si pudo ser capitán de fragata, pero últimamente se escucha en muchos pueblos que si se va a presentar para alcalde.

El caso es que no contento con lo del riego, Abundio fue a vendimiar y llevó uvas de postre; Mató a su padre para estrenar el cementerio y vendió el vespino para comprar gasolina, lo que prueba no fue un genio del trueque, como no lo fue de ninguna cosa y como no lo son los de un pueblo de la Cepeda que, según cuentan ahora, quisieron vender un retablo barroco para cubrir el tejado de la iglesia de fibrocemento, popularmente conocido como uralita.
Pero no hay que juzgar a Abundio, ni a los cepedanos, que lo del trueque no es un negocio sencillo, aunque, no tan lejos de La Cepada, en Omaña, conocí al balón de oro en lo de dar gato por liebre –casi literalmente–, sin ninguna malicia, por supuesto, y sin un euro de por medio.

Este omañés apresó un jabato en el monte que crió y domesticó en su corral hasta que se hizo uno más en el pueblo. Andando el tiempo lo cambió por un quad a uno de Ponferrada con el que desarmó medio monte y cuando se cansó del ruido acordó un nuevo trueque, ni un billete de por medio, y se hizo con una briosa yegua del Barco de Valdeorras, blanca como el caballo de Santiago, gallega, como gallego es el santo patrón, y de nombre Fariña, como ya solo faltaba para acabar de rematar el cuadro. La yegua sigue en la cuadra, pero siguiendo la sucesión lógica de la serie, ahora le toca un vehículo a motor. Seguramente piense en un yate y, siguiendo la lógica de la serie, ya tendrá contactos en Vilagarcía de Arousa.
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