David Toribio: "El autorescatador no es para rescatar a otros, lo que hicieron fue un acto de humanidad"

En la sesión del juicio de la HVL de este lunes se oyó a dos de los acusados, David Toribio y Javier Martínez, que coincidieron en que el accidente fue "imprevisible"

R. Álvarez
13/02/2023
 Actualizado a 14/02/2023
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La cuarta jornada del juicio por la muerte de seis mineros en la Hullera Vasco Leonesa (HVL) el 28 de octubre de 2013 –tercera de declaraciones de los acusados– arrancó este lunes con el testimonio de David Toribio Fernández, ingeniero jefe del grupo Tabliza, que aseguró que «la supervisión» del taller en el que se produjeron los hechos «era diaria no solo esa semana, sino todas» y él mismo estuvo «tres veces en él la semana anterior» al siniestro. Visitas en las que dijo que no vio «nada anormal ni tengo por escrito ninguna comunicación que represente ninguna anomalía», indicó en línea con las afirmaciones que se habían efectuado previamente en la sala. A preguntas del fiscal, Toribio insistió en que no se detectó riesgo que hiciera prever el accidente y las medidas de seguridad se cumplieron según lo establecido.

Añadió, además, que los trabajadores no eran las personas encargadas de las labores de salvamento, solo la brigada, por lo que al intentar salvarse entre ellos entendió que llevaron a cabo «un acto voluntario, de humanidad, como lo habría hecho yo si hubiera estado ahí», dijo. Habló también de la autonomía de los autorescatadores, que sería de cien minutos en reposo y 30 en actividad, aunque «depende del consumo de oxígeno de cada persona» y consideró que son fáciles de colocar, que con unos «cinco segundos» sería suficiente, aunque lamentó que los fallecidos ni siquiera tenían el autorescatador puesto. Toribio añadió, en todo caso, que los trabajadores sabían que este medio de protección «no era un elemento para rescatar a otros, sino para salir de una situación peligrosa», por lo que incidió en que lo que los movió a entrar a por sus compañeros fueron «razones humanitarias» y subrayó, al mismo tiempo, que «la empresa nunca escatimó en medios» de seguridad y nadie había manifestado ninguna «intranquilidad» previa, «que podrían haber comunicado incluso de forma anónima». A preguntas de los letrados hizo referencia también a uno de los acusados, Carlos Conejo Lombas, del que dijo que sacó a varias personas y «puso en peligro su propia vida por salvar la de sus compañeros».

Toribio señaló durante el interrogatorio que su función dependía del director facultativo, José Eliseo Solís Álvarez, al que daba cuenta del desarrollo de los trabajos, para lo que tenía en su poder los libros de seguridad y ventilación y estaba en comunicación con los vigilantes. De la información que obraba en su poder el ingeniero jefe del grupo Tabliza dijo que los valores de control de los gases que leían «no eran anormales para nada» dentro de la explotación porque recordó, además, que se trataba de una «mina de tercera categoría», considerada como «altamente grisuosa». «No vimos ninguna irregularidad y los valores no representaban ninguna anomalía», incidió.

«Todo normal o todo bien» es lo que el acusado apuntó que se exponía en los libros, en las anotaciones que dejaban los vigilantes, en las que reconoció que aunque se registraban algunos valores altos de metano, no llevaban a apreciar riesgo. «El vigilante tiene la obligación de dejar reflejada cualquier anomalía y no la dejó. Tiene que preguntarle al vigilante cuando venga», respondió. Toribio dijo también que en el momento en el que se produjo el accidente lo que se hacía en la explotación estaba encaminado a dejarla en condiciones de seguridad porque se habían registrado fallos eléctricos relacionados con las cintas transportadoras de La Robla que habían provocado paradas en los ventiladores y se había decidido dejar de trabajar. «El personal salió las dos veces que paró la ventilación», señaló, y cuando volvieron a funcionar entraron de nuevo porque «limpiaron rápidamente la labor» y las condiciones se consideraron seguras. «¿No era arriesgado?», le preguntaron, a lo que respondió que «el vigilante es el que toma la decisión», y consideró que no y para él tampoco lo era porque «los motores eléctricos de las turbinas se pararon por un fallo eléctrico en las cintas de La Robla», no por una salida de metano. «No había ninguna situación de peligro ni riesgo» añadió de nuevo.

Fenómeno «imprevisible»

Lo cierto, consideró, «es que hubo un fenómeno gasodinámico, una salida de gas «instantánea» e «imprevisible» que apuntó que no se había dado «en toda la historia de La Vasco» y de la que añadió que aún desconocen la causa exacta. «¿Dónde estaba el metano?», le dijeron entonces los abogados, a lo que contestó que entiende que «en la zona no accesible, en una cámara trasera del taller, pero ni siquiera nosotros lo sabemos». Indicó también que, según su experiencia, nos e podría haber hecho «absolutamente nada» para prever el fatal desenlace y que «por la cantidad de metros cúbicos de metano desalojados, la presión y su salida continuada» tampoco se podría haber establecido otras medidas conducentes a un mejor resultado. «Pienso que desgraciadamente no se podrían haber tomado medidas mejores porque para fenómenos como este no existen planes ni nada que se pueda hacer de forma adicional porque «surgen de forma incontrolada y no avisan». Toribio también descartó «de plano» que se hubiera producido una caída de la bóveda porque «no hay ningún signo» físico en el taller que apunte a ello. El taller permaneció intacto, tal y como explicó.

Tras varias horas de interrogatorio a Toribio se dio paso al segundo acusado al que estaba previsto escuchar en la sesión de este lunes, Javier Martínez Rico, ingeniero técnico auxiliar en el primer relevo, con el que se puso fin a la jornada, que continuará este martes y miércoles en horario de mañana y tarde con el fin de poder cumplir con el calendario previsto y que esta semana se pueda oír a los 16 acusados. Rico –que fue la última persona que pasó por el taller en el que se encontraban las víctimas instantes antes de la salida del gas– insistió también en que los valores que registraban los metanómetros no estaban considerados anormales y no hubo señales de alerta. El acusado explicó también que la brigada de salvamento atendía otras funciones y sus equipos estaban en las instalaciones de Santa Lucía, pero sobre si el hecho de disponer de más elementos de seguridad habría evitado el incidente también fue claro. En su opinión nadie estaba preparado para un supuesto como este. «¿El accidente era imprevisible?», le preguntaron, a lo que contestó que «sin ninguna duda». Martínez Rico advirtió que las disposiciones de seguridad lo que pedían era que un vigilante comprobara las labores y «allí había un vigilante de seguido, tan de seguido que allí falleció», lamentó.
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