David Puente: "No creo que regrese a ese país en mi vida"

El montañero relata la ascensión al pico Ismail Samani llevada a cabo junto al también leonés David Rojo y al vasco Roberto Rodrigo, quien sobrevivió a un grave accidente de helicóptero

Joaquín Revuelta
29/09/2018
 Actualizado a 18/09/2019
David Puente ascendiendo al Pico Ismail Samani o antiguo Pico Comunismo por la senda ya marcada por los rusos.
David Puente ascendiendo al Pico Ismail Samani o antiguo Pico Comunismo por la senda ya marcada por los rusos.
Ha pasado algo más de un mes desde que David Puente regresó de Tayikistán, donde culminó con éxito la ascensión al Pico Comunismo o Ismail Samani, como también se conoce a la cumbre más alta de la antigua Unión Soviética con sus 7.495 metros de altitud, en una expedición emprendida junto al también leonés David Rojo y al montañero vasco Roberto Rodrigo, quien estuvo a punto de perder la vida en un trágico accidente de helicóptero cuando, una vez culminada la ascensión, se trasladaba desde el campo base hasta una localidad cercana. En el accidente fallecieron tres alpinistas rusos y dos miembros de la tripulación, ciudadanos de Tayikistán, sufriendo Rodrigo fracturas en varias costillas y diversas contusiones, por lo que tuvo que ser hospitalizado junto al resto de heridos en Dusambe, la capital del país, y desde hace ya varias semanas se recupera en su localidad natal de Barakaldo.

Los leoneses David Puente y David Rojo corrieron mejor suerte que su compañero de expedición al decidir no coger el helicóptero aquel fatídico domingo 12 de agosto y esperar en el campamento base para recuperar fuerzas después de la dura ascensión a una cumbre cuya envergadura es de un ocho mil, tal y como adelantaba el propio Puente a este periódico pocos días antes de emprender viaje a la cordillera del Pamir, que es donde se encuentra el pico Ismail Samani. Preguntado por cómo ha sido la experiencia vivida, su respuesta resulta elocuente: «épica». «Sabía que la ascensión iba a ser dura y el comienzo no fue el mejor para mí como consecuencia de unas anginas que retrasaron el necesario proceso de aclimatación al lugar antes de iniciar la ascensión a la cumbre», comenta el montañero leonés. «El antibiótico que tomaba no me dejaba aclimatar bien, como el resto de compañeros, pero al final decidí subir y por suerte cada vez me encontraba mejor», recuerda Puente, que junto a David Rojo y Roberto Rodrigo realizaron la escalada al estilo alpino, instalando la tienda en un campo cada vez a una mayor altura. «En ocho días subimos y bajamos. Nadie lo hizo tan rápido como nosotros. Recuerdo que preguntaba a Rodrigo que me encontraba sospechosamente bien a pesar de los 6.500 metros de altitud y él decía que no me preocupara», recuerda Puente, para quien otra dificultad más desde el punto de vista de la logística era desenvolverse los tres en una tienda de reducidas dimensiones en la que se resguardaban cada noche de una temperatura exterior de quince grados bajo cero. «Tuvimos suerte porque pillamos buen tiempo, no se metió la nube y justo al día siguiente de que bajamos comenzó a nevar. Además, como no había que abrir huella iba cada uno a su ritmo. La dificultad y el peligro estaban en si te salías de la huella, porque entonces te hundías hasta la rodilla y subir una montaña así resulta casi imposible».

La alimentación es uno de los aspectos más importantes en este tipo de expediciones de alta montaña. «La comida la llevábamos bastante justa, aunque después siempre sobraba. Nos habían regalado embutido de Geras envasado al vacío y llevamos una muestra que era una mezcolanza de chorizo y cecina y de la que por el día picábamos con unos palitos de pan. Por la noche tocaba el liofilizado, que es esa comida seca (puré, pasta, cuscús) a la que tienes que echar agua y que preparas en un paquete que nos íbamos pasando y del que comíamos todos utilizando un tenedor», comenta Puente, que reconoce que a la comida te obligas porque en esas circunstancias rara vez tienes hambre. «El día que bajamos de la cumbre y llegamos al campo de noche ni siquiera cenamos. Lo que no tienes que dejar es de beber. Lo que hacíamos era derretir nieve en un depósito y le echábamos una pastilla potabilizadora y sales para hidratar, porque no puedes beber nieve directamente del glaciar porque carece de minerales y te deshidratas. Las sales te dan el sabor que deseas, naranja o cualquier otro».David Puente recuerda que el descenso del antiguo Pico Comunismo se hizo en dos días. «Hay que tener cuidado porque estás cansado y puedes perder la concentración. En mi caso el primer día me costó muchísimo. El problema de esta montaña es que no puedes bajar todo el rato, tienes que subir un poco para seguir bajando porque es como una muralla y resulta extenuante. El segundo día cogimos ritmo y pudimos llegar al campo base y descansar por fin», reconoce. Lo que no sospechaban los tres montañeros es que aquí empezaría la verdadera aventura, para uno de ellos dramática, de su expedición a la cordillera del Pamir. «Tras pasar un día de descanso en el campo base, Roberto Rodrigo nos comunicó su intención de adelantar unos días su partida. Ya le estaba esperando el vuelo en Dusambe y decidió coger el primer helicóptero que aterrizara en el campo base. Recuerdo que ese día el tiempo sufrió un cambio radical. Estaba muy nublado y la verdad no parecía aconsejable que los helicópteros sobrevolaran la zona, pero pensamos que ellos eran profesionales y sabían lo que hacían. Lo cierto es que fuimos a despedirle y regresamos a la tienda un tanto nerviosos por la situación. Dormimos hasta la siete de la tarde y después fuimos David y yo hasta una especie de cantina que existe en el campo base para tomar una sopa y vimos una escena que nos causó extrañeza. Estaban con una camilla en el suelo haciendo maniobras, como la manera de atar a una persona para que no bascule hacia uno de los lados. Un guía mexicano, con el que habíamos trabado amistad, nos dio la noticia de que se había estrellado el helicóptero en el que viajaba nuestro compañero. Nos dijo que había supervivientes y estuvimos toda la noche y buena parte del día siguiente sin saber si Rodrigo había podido sobrevivir o no al accidente», comenta Puente, todavía afectado. «Nos apuntamos para el equipo de rescate, pero al final solo fueron los guías rusos. Poco a poco fueron llegando noticias del accidente y a última hora de la tarde supimos que había sobrevivido. Nos arreglamos para cambiar el turno que nos tocaba en el helicóptero y viajamos hasta la ciudad para interesarnos por nuestro compañero. Nos dejaron bajar sin equipaje y llegamos al hospital de Dusambe donde estaba ingresado, aunque no nos dejaron verlo», recuerda el montañero leonés. «Supimos, eso sí, que Rodrigo tenía seis costillas rotas, el pulmón perforado y diversos traumatismos en la cabeza. Cuando llegó su mujer con un amigo, también escalador, fuimos a recibirlos al aeropuerto y desde ese momento todo fue un incesante papeleo para propiciar el traslado de Rodrigo a España. Nosotros pasamos diez días en Dusambe antes de regresar. Rodrigo, su mujer y el amigo de ambos aún tuvieron que esperar algunos días más, pero por suerte ya se recupera en Barakaldo. Teníamos los billetes de regreso para el día 30 de agosto y los cambiamos para el 23. Yo todavía ando de médicos por una infección que pillé allí. No pienso volver a ese país, pero tenemos el gusanillo de hacer en dos o tres años un ocho mil».
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