Dar posada al peregrino

13/05/2021
 Actualizado a 13/05/2021
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Los que somos de tierra sin Camino y aprendíamos en las viejas escuelas listas, no solo de reyes godos, también repetíamos las bienaventuranzas ante el maestro –por si nos las preguntaba el inspector a final de curso– como si fuera la alineación de la Cultural de Primera División, que aún la teníamos reciente:Visitar a los enfermos. Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Dar posada al peregrino... Y al llegar a esta cuarta ‘frenábamos’ en seco. Hasta ese momento entendíamos y hasta nos parecía bien, pero «dar posada al peregrino».

– Señor maestro, ¿qué es un peregrino?

Y nunca nos quedaba claro. Santiago de Compostela, Finisterre... ¿por aquí se va a Santiago? ¿eran ambulantes como los hojalateros? El enfado del maestro nos dejaba claro que eran otra cosa, ¿pero qué?

Hasta que un día pasó un peregrino de verdad, camino de Oviedo, camino del Camino, que decía cosas extrañas del que visita al Siervo y olvida al Señor y preguntó por la casa del cura. Allí habló con la hermana y se desveló el misterio: era un peregrino.

Le dieron de comer, de beber y posada, de lo que dedujimos que además de peregrino era hambriento y sediento. Y se acabó el misterio.

Y sigue viva por los siglos la historia de dar posada al peregrino. En San Miguel del Camino el bueno de Agapito coloca una mesa a la puerta de su casa y allí deja agua, fruta, galletas y otros alimentos que él cultiva. Para el peregrino. Nada a cambio, una firma en su libro.

Pero este año tampoco eso se puede. Tal vez por ello cualquier otro Agapito, un alma gemela, dejó las galletas posadas en la estatura del peregrino de la plaza de San Marcos, para que quede claro para quién son.

Buen Camino. Ultreia.
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