29/12/2019
 Actualizado a 29/12/2019
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De sí mismo. Después de la supervivencia, esa debería ser la máxima de cualquier individuo. Lo mismo que la convivencia pacífica y el progreso deberían ser las máximas de cualquier sociedad.

Aquellos a los que lo indicado arriba les parezca agotador siempre podrán acudir a esa otra clave para la satisfacción personal que es dedicarse a un trabajo que, si no responde exactamente a su pasión, por lo menos encaje con sus valores personales. Porque, si no, vivirán eternamente decepcionados. Ejemplo: si yo me tuviese que dedicar a las ventas me tiraba de un puente.

El cambio de año es buen momento para replantearse estas cosas. ¿De verdad no se puede hacer mejor? Claro que sí, hombre. Uno puede hasta reinventarse y cambiar de opinión. Es un ejercicio maravilloso.

Como darle forma al barro en Jiménez de Jamuz. Nada de genio y figura. Es difícil cambiar el sentido del humor, pero no el corte de pelo, ni la dieta, ni las maneras. Y los hábitos, con ocho días haciendo o dejando de hacer algo ya se ha roto la cronificación. O eso dicen.
Venga, que el tiempo pasa volando, que ya vamos por la tercera década del siglo XXI.

A los que ven las cosas más negras que hace decenios, se les puede reconocer que hay más precariedad, más incertidumbre y se han pronunciado ciertas desigualdades. Pero el nivel de oportunidades y la calidad de vida global es infinitamente mejor. Lean si no a Steven Pinker o a Kiko Llaneras y su resumen de 46 buenas noticias para empezar bien 2020.

Si no les vale con eso y solamente se acuerdan de lo triste que es que León y su provincia pierdan habitantes de nuevo, un año más, dense un paseo por la calle Santa Marina y gocen de la pintada que dice «aún sigo creyendo en los finales felices».

O, si eso les parece demasiado algodonoso, adviertan la evolución de nuestra producción audiovisual en los últimos treinta años: si entonces nuestro mejor embajador era Cela con sus vídeos de la Guía Campa acompañado de Hoteliña, su choferesa negra vestida de monja, hoy, uno de los principales reclamos de España son los vídeos de Rosalía con todo su musicón. Si no reconocen que el clip de ‘A palé’ es un tremendo revulsivo, poco puedo aportarles ya.

Yo, por mi parte, en mi reinvención personal, seguiré estudiando protocolo. Porque el otro día estuve en el Alborada comiendo y he de admitir que todavía no reconozco el plato del pan.

¡¡¡¡Tirí-tirí!!!!
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