Dando la talla

Desde que somos niñas, recibimos mensajes sobre la importancia de nuestro cuerpo, nuestra apariencia y, cómo no: nuestro peso

Sofía Morán
17/06/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Durante más de mil años, en China existió la tradición de vendar los pies de las niñas desde muy pequeñas, fracturando algunos de sus dedos y deformando su estructura ósea de por vida. Pies pequeños, diminutos, que no sobrepasaran los 7 centímetros, eran los idolatrados ‘pies de loto’.

Empezó siendo un canon de belleza más, un ideal que con el tiempo se tornó en obligación (y sufrimiento) de niñas de distintos estratos sociales, especialmente las de las clases más acomodadas.

Una mujer con los pies minúsculos, envueltos en vendas de seda, era extremadamente valorada por los hombres de la época y multiplicaba por ello, las posibilidades de acceder a un buen casamiento. Además, la mayoría de estas mujeres tenían importantes limitaciones para caminar, lo que las hacía frágiles y dependientes, sin duda un valor añadido para su futuro marido.

Llegó a ser una costumbre profundamente arraigada y resultó difícil conseguir la abolición de esta terrorífica práctica, que se hizo real a partir de 1912. Muchos años después, y en la otra parte del mundo, las mujeres seguimos asociando de forma habitual los términos de belleza y sufrimiento, porque según nos dicen ‘los expertos’, «para lucir hay que sufrir».

Desde que somos niñas, recibimos mensajes sobre la importancia de nuestro cuerpo, nuestra apariencia y, cómo no: nuestro peso. «No comas eso que engordas», «qué guapa estás, ¿has adelgazado?», «no te pongas ese vestido que te marca los michelines». Las referencias al cuerpo son constantes, al suyo, al nuestro y al de todas las demás, porque cuando hablas con la vecina del quinto sobre lo gorda que se ha puesto Tania Llasera últimamente y lo mona que estaba antes, tan delgadita, tu hija escucha, y capta el mensaje.

En seguida tomamos conciencia de nuestro propio cuerpo y nos damos cuenta de si encajamos en el molde, o si nos va a resultar difícil cerrar esa cremallera. El resultado son niñas de 7 años preocupadas por su cuerpo.

Y el camino ya está marcado, somos carne de cañón para los Bimanan de turno, las pastillas capta-grasas y las cremas para conseguir un vientre plano. ¿Han visto la tele hoy?, ¿algún hombre protagonizando alguno de estos anuncios que se repiten sin parar? No, claro que no. Las macro-campañas de Campofrío y su pavo bajo en grasa es sólo cosa nuestra, los batidos sustitutivos y las dietas milagro también. Y digo yo, ¿qué pasa, que los señores no están gordos?

Debe ser que nosotras enseguida somos focas pero ellos son estupendos ‘fofisanos’.

Vivimos en la era del postureo, rodeados de embuste, bombardeados por imágenes de mujeres perfectas, con piel de porcelana, dientes blancos, intactos, figuras esbeltas, sin una sola marca, sin cicatrices, sin celulitis… mujeres de mentira, imágenes retocadas hasta la saciedad. Nos las ponen encima de la mesa y nos invitan a querer ser como ellas. ¿Cuál creen que va a ser el resultado?

La frustración y un malestar crónico con el propio cuerpo es algo que acompaña a muchas mujeres a lo largo de su vida.

«A ver si bajas esos kilitos que te sobran», te espeta una amiga de tu madre, un familiar cercano, o la dependienta de una tienda de ropa. Así, sin anestesia, sin rubor en sus mejillas ni nada. Me escandaliza que esas opiniones espontáneas y gratuitas estén tan socialmente aceptadas, porque nadie te dice si tienes halitosis o lo mal conjuntada que vas ese día, pero la licencia para hablar de tus kilos de más está extrañamente extendida.

¿Por qué coño mis kilos de más, te molestan más a ti que a mí?

Yo también hago dieta (algunos días), porque dejar atrás el tabaco y el cambio de vida que ha supuesto para mí la intensa crianza del pequeño Dimas, han sumado a mi cuerpo unos kilos que hace unos pocos años no estaban ahí. Y la sociedad aprieta, y mis vaqueros también. Pero lo vivo sin dramas, sin sufrimiento, porque son kilos de amor por mi hijo, kilos de confianza, de aprendizaje, kilos de celebraciones, de cenas con mi marido, de madurar y de quererme a mí misma. Digan lo que digan.
A estas alturas de la película, ¿aún es necesario decir que todas nosotras somos mucho más que nuestro aspecto y nuestro peso?

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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