09/02/2022
 Actualizado a 09/02/2022
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Para desafinar, nadie como el presidente Sánchez y sus ministros representando a España. Los ciudadanos no somos culpables, ni cómplices, del ridículo en que con frecuencia nos vemos envueltos. Como tampoco lo son las mansas ovejas que apacienta el rabadán y sus perros.

Tanto unos como otros, tenemos que movernos al son que nos tocan, dentro de las lindes permitidas, a cambio de la supuesta seguridad que nos brindan, siguiendo el camino de lo políticamente correcto.

Deslindarse, es correr a la aventura sin saber a dónde nos conduce. Pero, a veces, vale la pena escapar y alejarse del rebaño. Sacudirse el cencerro y respirar aires de libertad. De hecho, los entendidos también hablan de ovejas: del efecto ‘rebaño’ como una situación deseable, constituida por individuos protegidos y agrupados, a cambio de no sufrir el mal. Las ovejas negras que se quedan fuera del redil, están condenadas y a merced del destino. En cuanto a los supervivientes, serán más sanos, más fuertes. Así se escribe la historia.

Pero perder la vida por culpa de la inepcia o la maldad de unos gobernantes es tan ominoso como una sentencia de muerte que llega por que sí. Desde el esperpento de Simón, «sólo se producirán algunos casos...» a la situación actual de 100 mil muertos, debería haber responsabilidades que pagar. Pero no pasa nada. La incompetencia no es una escusa. El disparate volvió con el uso de las mascarillas, para ponerla sí, o ponerla no; aquí o allá. Y ante esta falta de criterios el mal ganaba terreno.

Poco se habla ya de esto; un tupido velo del poder y carpetazo para ésta y cualquier situación. Oficialmente, la crisis sanitaria ha concluido. Y volvemos al punto inicial de «cuatro casos a lo sumo».

A pesar del triunfalismo, hay cosas difíciles de ocultar y la realidad, es que el comportamiento del gobierno nos salpica. Así, el refrendo de la ‘Marca España’ para mejorar la imagen del país, habría que averiguar dónde está el prestigio.

Cuando Sánchez se pegó como un moco a Biden, el ridículo hizo que todos los españoles nos sonrojáramos. Un espanto que no tiene nombre. ¿Cómo puede el presidente pensar que su gobierno de terroristas y comunistas y anti-sistemas, puede interesarle a EEUU? Mientras apoya al gobierno castrista, a la dictadura venezolana, los narcotraficantes de Morales y Castillo. Lo que los yankis piensan del comunismo, se vio en la fulminante ocupación de la caribeña Granada; la guerra de Viet-Nam; el bloqueo de Cuba, Nicaragua... por citar algunos casos. El estatus político del ‘bipartidismo’ –en EEUU, Gran Bretaña o Francia– funciona porque deja sin efecto a los grupúsculos minoritarios. En tanto que aquí son los que mueven los hilos del poder.

Con esta trayectoria ¿cuál es la situación de España? La misma que proyecta Sánchez. En la OTAN pasan de él y no le convocan. En la cumbres de la UE los líderes le dan la espalda y, a menudo, le vemos tender una mano que nadie estrecha. Más que amigo, es un socio poco fiable, al que hay que fiscalizar.

Su presencia en la feria del turismo de Qatar, fue una declaración de buen rollito, sin efectos económicos conocidos. Dada la confusión de dichos eventos multitudinarios, mucho me temo que sus convenios los estableciera con el botones del hotel. De jeque a jeque, en su paso errático por aquellas galerías, buscando a no se sabe quién, los servicios secretos de EEUU lo confundieron –cómo andaría– con la persona de Mohamed bin Rashisd Al Muktoum. El Emir de Dubai, ni más, ni menos. El último ridículo que nos salpica y desacredita a España. ¿Puede haber algo más absurdo?
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