Curas, misioneros y otros luchadores ‘exóticos’

Desde el misionero que fue diputado en EEUU a Malaquías, el que le rompió la rodilla al rival por luchar con la sotana

Fulgencio Fernández
21/09/2020
 Actualizado a 21/09/2020
Segundo Llorente, el recordado misionero en Alaska, que recordaba en sus cartas su etapa de luchador.
Segundo Llorente, el recordado misionero en Alaska, que recordaba en sus cartas su etapa de luchador.
Recuerdo haberle preguntado a Olegario R. Cascos por curas luchadores y me pareció que no me había hecho excesivo caso. Pero a los pocos días apareció con uno de sus famosos papeles, escritos a lapicero con letra pulcra, y empezaba así: «Para hablar de sacerdotes en los aluches hay que distinguir dos posibilidades, la de aquellos que fomentaron este deporte ancestral, que fueron muchos, y los que lo practicaron, que son muy pocos, por respeto al noble ministerio que ejercen, que requiere el respeto de todos».

No le faltaba razón. No son muchos los nombres que se recuerdan de curas luchadores, aunque alguno sí hay. Así en las reseñas de prensa se puede leer como en 1925, en el corro de Santo Tirso, los aficionados vieron como Quintín, joven de Pedrosa del Rey, se quitó la sotana para saltar al centro del corro.

Las primeras referencias literarias a la lucha leonesa aparecen en libros escritos por canónigos leoneses El caso más conocido , por la trascendencia que tuvo, fue el de Malaquías, recordado cura de Rucayo. Este sí luchaba y lo hacía con sotana, lo que motivo que en un agarre con el padre de el famoso y malogrado Sastrín de Rucayo le rompió la rodilla pues se le trabó la pierna entre la sotana. A raíz de ahí se prohibió salir con la sotana. Parece que para compensar la lesión el cura se hizo «entrenador»y organizador, siendo quien le enseñó las mañas a luchadores como El Sastrín o Pepín Huertas, entre otros. Su pasión por la lucha hizo que sufriera una amonestación del famoso obispo Luis Almarcha, que entendía que desatendía sus labores pastorales para acudir a los corros con los luchadores del pueblo, a los que muchas veces buscaba el transporte, generalmente una camioneta, para acudir a luchar. A veces no lo conseguía pues es famosa la anécdota de que El Sastrín acudía a muchos corros caminando por los montes, por muchos kilómetros que hubiera de distancia, bajando incluso a León, a los provinciales.

Segundo Llorente, misionero, le escribía cartas a su hermano Liborio con versos sobre los corros que ganaba De esa afición de los curas a organizar corros hablaba otro histórico ya fallecido, Heráclio González, de San Miguel de Escalada. Recordando sus inicios contaba, en una entrevista del año 1998 en La Crónica. «A mi los premios que más ilusión me han hecho son unos que ponía el señor cura cuando íbamos a la escuela, de chavales en San Miguel. Los días que no iba el maestro iba él y siempre organizaba corros de lucha entre nosotros, entre los dos barrios del pueblo, los de Valdabasta contra los de San Miguel. Y ponía premios, 50 céntimos para el campeón, 25 céntimos para el que más rivales tirara y 10 céntimos para el que mejor luchara, el que más le gustara a él. Para mí no había mejor premio que aquellos 25 ó 10 céntimos». Hay que tener en cuenta que Heráclio habla de los años 40 pues había nacido en 1936, pues siempre apostillaba: «vaya año que tuve para nacer».

Cuando Malaquías le rompió la rodilla al padre de El Sastrín por luchar con sotana se prohibió esta «prenda» Lo que sí hubo fueron muchos luchadores seminaristas, incluso algunos recuerdan reñidos aluches en los diferentes seminarios. Agustín el deLas Salas contaba que a un cura de Mansilla, ‘don Abel’, le gustaba mucho organizar corros en el seminario.

Otro cura al que se recuerda con frecuencia en el mundo de la lucha, éste mucho más cercano en el tiempo, es Julio Hompanera. Como todos los de Prioro sabía lo que es luchar y en los años 80 se implicó con el Club de Prioro para aquellas ligas de invierno. Y, como Malaquías, con el tiempo dio el salto... a speaker. Durante años fue el encargado de narrar los corros de Prioro y ‘a fe’ (nunca mejor dicho) que lo hacía muy bien. Sus siguientes destinos, en el Páramo y Laciana, le alejaron bastante del mundo de la lucha. Su buen hacer al micrófono tenía el antecedente de Remigio Herrero, párroco que fue de Boñar.

Recordaba Heraclio el de San Miguel que el cura les daba 25 céntimos para que lucharan los dos barrios Organizadores fueron asimismo los hermanos David y Valentín Alonso, que vinieron en 1932 desde Texas y organizaron un corro en La Mata de Curueño que tardaron mucho tiempo en olvidar en aquel pueblo.

Clérigos fueron también algunos de los que llevaron «estampas» de lucha a sus novelas, siendo uno de los más recordados el famoso ‘Susarón’ de José María Goy.

Pero sin duda el cura-luchador más famoso fue Segundo Llorente, miembro de una saga de luchadores de Mansilla Mayor y misionero (al igual que su hermano Amado). Pero Segundo adquirió más relevancia por ser un importante personaje de la vida social leonesa.

Julio Hompanera dio el ‘salto’ al micrófono para el corro de Prioro y fue uno de los mejores ‘speaker’ Decidió Segundo Llorente irse de misionero al lugar más alejado y difícil, Alaska, y se convirtió en los 40 años que estuvo allí (hasta su muerte) en un referente para sus gentes, a las que representó al convertirse endiputado ante el Congreso de los Estados Unidos por el estado de Alaska, y es considerado cofundador de dicho estado. Fue el primer sacerdote católico en formar parte de una legislatura norteamericana.

Cuando segundo escribía a su hermano Liborio, gran luchador, le hablaba de aluches e, incluso, le gastaba bromas en verso: «Y saliste campeón / después de tirar a trece / y yo que me pensaba / que eras un mequetrefe». Liborio solía afirmar que «el mejor de los Llorente» era el misionero, algo que corroboraba su hermano Amando, profesor de Fidel Castro en Cuba y habitual en los corros como espectadorcuando regresaba a León en verano. Ya falleció.
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