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Cuna de otro parlamentarismo

13/03/2022
 Actualizado a 13/03/2022
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Da igual que uno tenga años y haya visto cosas, de las que se creerían o de las que no. Da lo mismo que en el fondo uno esté seguro pero se niegue a dar el brazo y la ilusión a torcer. Una ingenuidad a prueba de carros blindados se interpone entre lo que sucede y lo que debería suceder. Como cuando a uno le pronostican una enfermedad grave y en primera instancia supone que no va con él, que no será para tanto, que se han equivocado y en breve nos anunciarán el error. La fase de negación, de no aceptar lo que ha de suceder se impone como cabezazos contra un muro de hormigón. Hay un doctor Frankenstein que nos tranquiliza sobre cómo saldrá el experimento y un monstruo que acaba por despertar. Y aunque parezca lo contrario, el doctor acaba por ser el fenómeno, pues sin su criatura sería otro desconocido médico, pero gracias a ella el mundo espera a un monstruo con su nombre. Necesitamos una terca y deforme realidad para admitir cuán bueno hubiera sido un mundo de honestos doctores.

Sabíamos todos, y lo sabíamos desde el día 13 de febrero (sino desde mucho antes) que pasaría. Pero aun así hay quienes albergábamos una esperanza descabellada de que las cosas saldrían como deben. Una esperanza atizada por ciertos signos que queríamos vaticinios y eran maniobras de distracción y artimañas: el cambio de líder del partido conservador, los discursos negándolo, las negociaciones rotas... Hojarasca, nada.

Si este es el nuevo PP, el futuro PP, el rumbo de la renovación de un partido que se define como derecha europea y democrática, mal vamos. Lo dice hasta el líder del PP europeo. Porque la responsabilidad no atañe a quienes profieren y pretenden barbaridades. Es de quienes les abren las puertas. De quienes alumbran al monstruo. Hay, incluso, hasta quienes responsabilizan de la vergüenza a ese espantajo que han levantado y llamado ‘sanchismo’ y su maquiavelismo de conveniencia. Es como culpar a Biden de la guerra de Ucrania.

Cumplida la transformación en criatura grotesca, este miércoles podemos anotarlo entre las fechas memorables, esas efemérides que tanto gusta recordar y donde solemos apuntar solo las que hinchan un ego absurdo y ajeno. Pues bien, la de este día diez servirá para contrapesar las pretensiones de alcurnia, cuna y prosopopeya, de tanto afán de Unesco y democracia veterana: este día en León y Castilla (que tanto montan en este caso) y de mano de un leonés –oh, pasmo– se dio nacimiento a una forma de parlamentarismo inédita en la historia de nuestra actual democracia, se cruzó un rubicón de la vergüenza, se eligió por vez primera a un individuo de un partido de ultraderecha como presidente de las Cortes. La nueva cuna de otro parlamentarismo. Veremos pronto de qué dignísima memoria futura y decreta de avanzadísimas libertades estamos hablando.
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