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Cuestión de aspirantes

21/04/2019
 Actualizado a 14/09/2019
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Hoy, concluye la Semana Santa. Con todos los honores. La próxima ‘pasión’ –sangrados incluidos– se anuncia para el domingo que viene con las elecciones generales y sus inciertos resultados. Cada papeleta escrutada al final de la tarde será un cheque al portador para los partidos políticos con fuerte implantación nacional. Por lo tanto, las dos formaciones tradicionales, el PSOE y el PP –Ciudadanos, Podemos y Vox compiten, por el momento, en otra liga– se la juegan a la carta más alta. No pueden perder ni un voto. Habrá pelea hasta sus últimas consecuencias. Ya se verá, después, quién ha rascado mayor número de voluntades, qué podrá ocurrir con eso de los pactos a banda o por tripletes, y qué consecuencias para la vecindad tendrían durante cuatro años. Si no explosionan antes, claro.

Siempre, como un ejercicio de fe, se ha dicho que las generales marcan la pauta de las municipales, autonómicas y, en este caso, sumada, las europeas. Ahora bien, sea cual sea su resultado el domingo que viene, las formaciones locales –remedando a Sabina, pongamos que hablamos de León– tienen el culo arrendado. Y lo saben. Los líderes más señalados conocen como el catón que la organización que les respalda ante el electorado ambulante, no tiene el peso que les gustaría. Aquí, manda más el predicamento de la persona que el barniz que se pretenda imprimir desde Madrid al candidato. Las pruebas están ahí.

En los comicios locales de 2011 el Partido Popular, con Emilio Gutiérrez a la cabeza, obtuvo 30.000 votos y 15 concejales. El PSOE, por su parte, alcanzó 20.800 papeletas y 10 actas. Un cuatrienio después, en 2015, los números cambiaron de forma radical. El PP bajó casi 10.000 votos –perdió prácticamente el 33% del electorado anterior– situándose en 20.314 y 10 ediles. El Partido Socialista, en su caso, minoró un 25% en relación a 2011, logrando 16.000 votos y 8 munícipes.

Resulta evidente que el zambombazo lo acuñaron los populares, y el manotazo los socialistas. Porque si cierto es que Ciudadanos, con cuatro representantes, pescó en el caladero ‘popular’ y en algún meandro del PSOE, no lo es menos que el crédito de los del charrán –la gaviota– se había ido por el desagüe al tomar la decisión más torpe e inimaginable de su historia doméstica reciente.

No lo corregirá Gutiérrez si se destaca que una encuesta anterior a su destitución como candidato –una encuesta seria– le otorgaba trece concejales y se rozaba el catorce. Dada la época de la consulta –allá por febrero– había aún margen para mejorar el resultado. Y, todo ello, a pesar del desgaste natural de cuatro años de gobierno, que también lastra. ¿Importa, pues, el aspirante? Sí, importa. ¿Alguien lo duda? Quizás en el PP.
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