Cuatro exposiciones de un gran artista

Por Vicente García

Vicente García
07/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Manuel Sierra explicando su obra en la Galeria Bernesga. | VICENTE GARCÍA
Manuel Sierra explicando su obra en la Galeria Bernesga. | VICENTE GARCÍA
El Museo de León fue el primero en abrir la serie de exposiciones del gran pintor Manuel Sierra. Al día siguiente en la sala de la Fundación Vela Zanetti de León se inauguró la segunda dedicada al circo y el domingo 28 en el Museo de la Harinera de Gordoncillo comenzó la exposición de obra en papel. Por último, en la sala Bernesga de la ciudad de León el pasado viernes 2 se inauguró su obra más reciente.

Manuel Sierra es un autor comprometido que ha evolucionado en su pintura a lo largo de los años y todo ello lo muestra en esas cuatro exposiciones que se iniciaron en el Museo de León donde presenta doscientas piezas, desde el cartón de la caja de zapatillas que le trajeron los reyes cuando era un niño en la que pintó un barco con la firma de Manolín, pasando por las pinturas de juventud dedicadas a sus amigos Puig Antich y Ulrike Meinhoff, donde va mostrando elementos como la nube que le van a acompañar en algunas de sus pinturas a lo largo de su vida, el retrato de su madre, dos autorretratos muy singulares y crípticos, los juegos de luces, sombras y colores con vinilos de máquinas tragaperras y fotocopias, y sobre todo su dibujo del rey en el columpio, muestra de su sorna e ironía en la crítica a la monarquía y sus desmanes. Un bodegón en blanco y negro, que fue lo único que le dejaron sacar de la cárcel con un vaso, y una cuchara en un plato, porque no era útil para la aviación.

Frente a estas piezas dos maletas en recuerdo a Durruti y a los asesinados por la dictadura y una serie de piezas con pistolas y otras de antes y de ahora mostrando su evolución. Un elemento que  utiliza a menudo son las  cartas de la baraja, especialmente los reyes por sus connotaciones especiales.

Además, en una vitrina se pueden ver varias piezas cerámicas en las que colocó sus dibujos, una de ellas en gofrado, que debe hacerse como pieza única y el autor no se puede equivocar.

Por otro lado, se pueden ver sus paisajes, en los que por una parte presenta su tierra babiana con sus pueblos de tejas rojas, verdes campos, verdes árboles, agua, cancillas, postes de la luz o montañas y, por otra parte, los paisajes de meseta castellana o de tierras a Aliste, con sus trigos amarillos y también sus casas de barro y paja, siempre vistos como si descendiera de una montaña, además de paisajes marroquíes o vistas de las colmenas de viviendas.

Frente a los paisajes, los bodegones desde una perspectiva singular, pues coloca los objetos de frente y de perfil a la vez, un punto de vista que da a sus cuadros una versatilidad extraordinaria. Y en estos bodegones con los objetos cotidianos siempre veremos limones y bolas de sus colores favoritos, el rojo, amarillo y morado de la bandera republicana, algunos suspendidos en el aire como las hojas que entran por las ventanas en las que se divisan los paisajes babianos.

Y las flores, calas, grichándanas, en jarrones de cristal con su colorido y forma que ha seguido pintando a lo largo de los años.

En la segunda sala nos presenta su obra en formato grande y sus retratos, en los que el cubismo tiene algo que mostrar, pues no son retratos al uso, sino una muestra de cómo ve a los personajes.

Hay algunos por los que siente especial predilección y están realizados con cariño, otros han sido sacados de las tinieblas del mundo de la noche y presentan seres extraños que no quieren ser vistos ni conocidos.

Los desnudos no tienen reparos, tal como los ve los pinta, merece la pena contemplar el de 'Leda y el Cisne' y como ha resuelto su relación. Incluye dos puertas de frigoríficos con imágenes con referencias al papa Woitjila.

Hay seis piezas de los ochenta de una exposición con cuadros de formato grande que se colocó en la sala de exposiciones que tuvo la Junta de Castilla y León en la ciudad con la nube como elemento común se puede ver en una de las paredes, con paisajes extraordinarios en su estilo y colorido. La noche, la nieve y la vega son elementos que también las componen.

Pocas experiencias abstractas ha hecho en su vida, pues ello le agota y frente a esas experiencias un altar porque el tótem que había preparado como abstracto representaba la divinidad y, por ello, frente a estos cuadros con un tótem o símbolo fálico crea un altar.

Completa la exposición del Museo de León una serie de pinturas dedicadas al mundo del mar elaboradas en la costa da Morte gallega que son representativas de este medio que también ha sabido Manuel Sierra dominar con maestría, incluso otra que podría parecer abstracta si no fuera por una barca en el mar.

En la sala de exposiciones de Vela Zanetti presenta imágenes del circo, un mundo que vivió de cerca, muy endogámico y extraño, unas imágenes en las que los personajes son básicos, una forma de presentarlos donde se distingue claramente la evolución de su obra hacia el cubismo. La mayor parte son retratos, desnudos, animales, escenas circenses y pinturas de personajes en color y en formatos grandes, aunque hay dibujos en papel que, según nos dice, "no llegaron a convertirse en cuadros porque la pintura no me lo pidió, generalmente dibujo y tomo apuntes sobre papel para más tarde hacer un cuadro, pero en ciertas ocasiones se queda en el papel". En esta sala el autor recuerda su relación con Vela Zanetti, cuando éste era un muralista consagrado y Manuel comenzaba a dedicarse a ello.

Las obras de la harinera son eso, papel, pero el papel tiene muchas aplicaciones y es lo que el pintor encuentra más a mano .Por ello hay dibujos, serigrafías, carteles, grabados, acuarelas y estampaciones de todo tipo, solo le faltaron las pegatinas, pero para eso se encontró a una persona que se ha dedicado a recopilarlas.

Por último, la exposición de obra reciente, inaugurada el día 2 de agosto en la sala de arte Bernesga (calle Santa Clara) en la que se pueden ver obras en su estilo elaboradas casi todas en su casa de Cabrillanes, mostrando hermosos paisajes de esa zona leonesa, excepto uno de las tierras zamoranas de Aliste, con sus campos de cebada amarillos. "Tienes la sensación de que  los lobos te están viendo, yo le tengo mucha simpatía a los lobos" dice el autor, mientras que el verde domina en las obras que representan escenas babianas. Hay imágenes de pájaros, además de sus bodegones con vasos de agua y de vino, limones, botijos, sandías, jarras, frutas de su amigo Ricardo, que dibujaba siempre antes de comerlas, mesas de la cocina, jarras de loza, flores hermosas originales para serigrafía y una hamaca de madera y lona roja, desvencijada y rota "que vi usarla a mi familia, sobre todo últimamente a mi padre", nos dice.  Otra de las piezas importantes para el autor es la del carro rojo, que tiene para él recuerdos de infancia y de juegos y del que su familia hizo leña, aunque tiempo después encontró un carro rojo en Pinos de Babia, tomó un apunte rápido y lo dibujó desde varios ángulos "y me entusiasmó de tal manera y me ayudó mucho a reforzarme en esta idea retrocubista que tengo yo que es poder ver las cosas de frente y de lado, visto desde distintos ángulos a la vez. Para tomar nota me vino bien que el carro estuviera abajo, para verlo desde arriba, pero también desde la horizontal, sobre todo, que es lo que tienen los cubistas, negándome a no poder dibujar lo que yo vea. Vas y lo pintas como lo ves y al que le guste bien y al que no, tazón y medio. En aquel momento hallé la manera de dibujar interpretando la realidad", cuenta Manuel Sierra, explicando su forma de pintar, que pierde en expresión y gana en emotividad, admitiendo así la llegada del cubismo sin darse cuenta.

Una obra, como toda la suya que ha sido soñada por él previamente, como el mismo manifiesta: "Para que algo llegue a un lienzo que yo pinte antes tengo que haberlo soñado, pero no soñar en sentido abstracto, yo sueño los cuadros, los visualizo. Eso viene muy bien porque por ejemplo para los murales que estoy haciendo en Lago de Babia, para la subida al andamio, el cómo organizar lo que voy a pintar, lo tengo que ver antes, pero no solo dibujarlo en bocetos, que eso te da mucha tranquilidad, sino visualizar la manera de acceder al andamio, la manera de llegar, dónde hay que colocar los tablones… los cuadros. Los sueño, sobre todo en el tiempo que hay en el duermevela cuando vas a despertar, previamente ya te dormiste pensando en ello y entonces ya hay un automatismo instalado en mí que hace que poco antes de levantarme yo visualizo lo que quiero pintar y ya voy a los caballetes o al lienzo o donde sea".

Porque otro de los temas que tiene Manuel Sierra son sus murales que se encuentran repartidos por muchos lugares de la geografía hispana y en la ciudad de León se pueden ver varios, y como él mismo ha manifestado en la actualidad se encuentra realizando varios en la localidad babiana de Lago. Estamos en un momento excepcional para conocer la obra de este autor comprometido con su sociedad y que ha llevado a cabo una ingente tarea pictórica a lo largo de su dilatada vida artística.

Además de sus exposiciones y murales Manuel Sierra ha presentado un excelente libro bajo el mismo título de la exposición 'Las marcas del tiempo' editado por menoslobos y aparte de sus piezas y fotografías diversas incluye textos del mismo autor, Miguel Casado, Tomás Sánchez Santiago, José Luis Puerto, Enrique Gavilán, Ana Gaitero, Gustavo Martín Garzo, Antonio Gamoneda, Fernando Giménez Molina, Olvido García Valdés, Miguel Casado, Catalina Montes, Elena Santiago, Francisco Javier de la Plaza, Julio A. Rubio, Juanjo Castillo, Vicente Fernández, Miguel Casado, Clemente de Pablos Miguel, María Antonia Salvador, Pedro Piedras Monroy, Evencio Ferrero Rodríguez, Atila, Pancho Salvador, Javier Martínez,  Ignacio Fernández Herrero. Un libro muy interesante, editado con esmero y muy buena calidad que denota la dedicación de quienes han llevado a cabo el trabajo de su elaboración.
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