¡Cuánto te envidiamos!

29/06/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Justas medievales, fiestas, carnavales, bailes de disfraces y fiestas de poco respetar y mucho desmadrar son los momentos que espera el pueblo obligatoriamente callado para poder sacarle sin rubor, y sin temor, la lengua al mundo, a la autoridad competente, a la incompetente, a canónigos y monaguillos, a obispos y potestades, a alcaldes con maceros, a militares con graduación, a prebostes y banqueros, a pobres con coche de ricos, a ricos escondidos debajo de la sudadera, a los que te miran de reojo, a los que te saludan a biés, a los que van a los toros a que los vean en el callejón, a los que no cogen el teléfono fijo para no parecer paletos, a los que miran al trillo como si no supieran lo que es, a los que te preguntan ¿tú de quién eres? como si les interesara, a los que llevan pistola, a los que nos sermonean sin que nadie les pida sermón, a los que saben qué debes hacer tú pero no escuchanqué deberían hacer ellos, a los que tienen avión...

¡Cuánto te envidiamos! a ti que vas de feria en feria con la lengua sacada, con la oreja picuda, con el mundo por montera. A ti que todos creen que estás ahí para que se rían de ti mientras tú te ríes de todos. A tí que no vienes de ninguna parte y que no saben hacia dónde vas.

A ti que asustas, porque haces justicia por todos los que nos asustan a todos y, además, nos prohiben sacarle la lengua al mundo.
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