Cuando Rossini se adelantó al teatro de Pirandello

En la ópera ‘El turco en Italia’, un poeta escribe la historia a la vez que se desarrolla para el espectador. Cines Van Gogh la retransmite este jueves desde La Scala, con el bajo uruguayo Erwin Schrott y la soprano ligera Rosa Feola

Javier Heras
01/12/2022
 Actualizado a 01/12/2022
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A finales de febrero de 2020, días antes de que la pandemia confinase Europa, La Scala de Milán estrenaba una producción de ‘El turco en Italia’. Dejó tan buen sabor de boca que en octubre de 2021, una vez reabierto con público, el teatro decidió recuperarla. Como protagonistas, el versátil bajo uruguayo Erwin Schrott (1972), muy querido en la capital lombarda (donde ha encarnado a Don Giovanni o a Escamillo) y la soprano ligera Rosa Feola (1986). La italiana se consagró en este mismo escenario como la Ninetta de ‘La gazza ladra’ y la Norina de ‘Don Pasquale’.

Del montaje, abierto, elegante y lleno de movimiento, se encargaba Roberto Andò (1959). Este novelista de Palermo trabajó como asistente de Fellini y de Coppola antes de saltar a la dirección con filmes tan notables como ‘Las confesiones’ (premiada en Karlovy Vary) y ‘Viva la libertad’ (mejor guion en los David di Donatello), ambos con Toni Servillo. En el foso de Milán, el suizo Diego Fasolis (1958), organista y uno de los mayores especialistas europeos en el Barroco.

Este jueves Cines Van Gogh retransmite una grabación desde La Scala de esta brillante comedia de Rossini. ‘El turco en Italia’ tardó en consolidarse como un clásico. Su recepción en La Scala en 1814 fue tibia. Quizá el público no entendió sus modernos planteamientos, que se adelantaron un siglo al teatro dentro del teatro de Luigi Pirandello: ya desde la primera escena, un personaje –el Poeta– escribe el argumento que estamos viendo. Cual demiurgo, maneja los hilos de la trama, un enredo entre dos parejas: un marido calzonazos y su mujer infiel; un sultán turco y su antigua amante gitana y fugitiva.

Prosdocimo, el Poeta, es el alter ego de Felice Romani, futuro escritor de ‘Norma’, de Bellini, y de ‘L’elisir d’amore’, de Donizetti. Éste y el compositor adaptaron un texto anterior de Caterino Mazzolà, si bien cambiaron el final: incorporaron un baile de máscaras que contribuye aún más a la confusión, tan característica de sus obras. Esa «locura organizada» que describióStendhal.

Cuando el joven Rossini –de solo 21 años– estaba componiendo la partitura, vivía en Milán, donde se había mudado tras sus dos primeros éxitos, ‘Tancredi’ y ‘La italiana en Argel’. En la ciudad se representaba ‘Così fan tutte’, estrenada en La Scala solo seis años antes. Es sabido que el cisne de Pésaro (1792-1868) idolatraba a Mozart, hasta el punto de que lo apodaban ‘Il tedeschino’ («el pequeño alemán») por la similitud de su estilo musical: equilibrado, elegante, cercano al clasicismo y contrario a las pasiones de los románticos. En ninguna de sus comedias se aprecia más la influencia del genio de Salzburgo que en ‘El turco en Italia’: contiene homenajes a las sinfonías ‘Júpiter’ y ‘Praga’ o a ‘La flauta mágica’, su enredo amoroso parece una revisión de ‘Così’ (con su enfoque cínico sobre el matrimonio y el adulterio) y hasta cita ‘Don Giovanni’. Cuando los turcos arriban a puerto y cantan Voga, voga, la melodía es literalmente la del Comendador.

Sin embargo, el autor de ‘La Cenerentola’ tenía una personalidad propia. Sobresalía su don para las melodías, sus sofisticados conjuntos (dúos, cuartetos), su refinada orquestación, llena de dinámicas, contrastes de timbres y solos instrumentales… y, cómo no, su prodigioso tratamiento de la voz. Pocos han exigido tanto a los cantantes, con unas líneas endiabladas pero también muy bellas y originales. Esos pasajes de lucimiento caracterizaron el bel canto, que dominó la ópera a principios del siglo XIX. Las coloraturas –adornos como trinos y mordentes– sobrevuelan la partitura. Aun así, quizá su sello era el sentido del humor, aquí más sutil que bufo. El público sonríe no solo por las situaciones, sino por la propia música, con su velocidad trepidante, con el uso tan característico del ‘crescendo’ o con las onomatopeyas y juegos de palabras. Todos estos efectos cómicos se despliegan en el memorable dueto de los bajos Geronio y Selim ‘D’un bell’uso’. Por cierto, el príncipe se aleja de otros personajes turcos de la historia de la ópera: es caballeroso y educado. Y otra transgresión se observa en las relaciones de poder: ya no domina un harén y a sus mujeres, sino que psicológicamente está sometido a Fiorilla.

Después de un olvido de 136 años, ‘El turco en Italia’ regresó con fuerza en la década de los 50. Primero en Roma, dirigida por Visconti y protagonizada por Maria Callas. Un lustro más tarde, la soprano repetiría en La Scala, en un montaje de Zeffirelli. A partir de los años 60, con el renacimiento mundial de la música de Rossini.
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