"Cuando llegué hervíamos las jeringas en una cazuela"

María Jesús Salas, de Villamondrín, acabó en 1978 la carrera de Enfermería y tras un verano en San Juan de Dios eligió su primer destino: Prioro y Tejerina, en la montaña. Y allí, en su primer destino, se ha jubilado hace tan solo unos días, el 30 de diciembre, tras 42 años de servicio y fidelidad a unos vecinos que acudieron a despedirla contra nieve y Covid

Fulgencio Fernández
03/01/2021
 Actualizado a 03/01/2021
María Jesús Salas en el Ayuntamiento de Prioro con algunos de los obsequios que recibió el día de su jubilación, el 30 de diciembre. | AYUNTAMIENTO DE PRIORO
María Jesús Salas en el Ayuntamiento de Prioro con algunos de los obsequios que recibió el día de su jubilación, el 30 de diciembre. | AYUNTAMIENTO DE PRIORO
En muchos de nuestros pueblos a los enfermeros (ATSs después pero los mismos) se les conoce con el cariñoso apodo del «jeringas», recordando uno de sus cometidos más habituales, poner las inyecciones. Y precisamente las jeringas nos regalan la fórmula para ver cómo ha evolucionado esta profesión desde que María Jesús Salas llegó a Prioro, en 1978, hasta el 30 de diciembre de 2020, el día que se jubiló, en el mismo destino —Prioro y Tejerina— en un nada habitual caso de permanencia en los mismos pueblos durante los 42 años de vida activa, que se dice pronto. «Pues la verdad, no te sabría decir si hay muchos casos parecidos al mío, yo no los conozco pero tampoco me he preocupado de mirarlo en ninguna parte».

Volvemos a las jeringas pues María Jesús recuerda cómo «cuando llegué a Prioro y Tejerina aún se usaba el viejo método para poner inyecciones de hervir la jeringa y la aguja en una cazuela, sobre la chapa de la cocina del enfermo que ibas a pinchar, y después se guardaban para la siguiente ocasión». Puede parecer extraño a los más jóvenes pero quienes pasen del medio siglo de vida a buen seguro que recuerdan como una de las estampas de su infancia ésta de las jeringas en la cazuela. Aunque recuerda María Jesús Salas que «no fueron muchos años; pronto llegaron unos aparatos eléctricos que las esterilizaban en apenas tres minutos y finalmente ya fue la irrupción de todo lo desechable, usar y tirar, que ya supuso un gran cambio en todo lo relacionado con nuestro trabajo».

Sin embargo, para esta ya jubilada enfermera (le gusta el nombre más que ATS) el mayor cambio no lo dibuja la evolución de las jeringas sino la irrupción de la informática en el trabajo diario. «Ése sí que fue un cambio tremendo; yo era muy de bolígrafo, de apuntarlo todo con cuidado y a mano en la historia del paciente y, de repente, todo hay que hacerlo con el ordenador, el bolígrafo desaparece... uf, me costó trabajo adaptarme».Pero se muestra convencida María Jesús que las jeringas o la informática u otros elementos similares no son más que herramientas, que lo fundamental en el trabajo de las enfermeras es la gente, el trato humano, ése es el que la llevó a ella a no cambiar nunca de destino, llegó a Prioro y Tejerina siendo una veinteañera y allí se ha jubilado. «El trato humano, la cercanía con las personas, es la seña de identidad de las enfermeras y, en mi caso, la respuesta de la gente ha sido tan positiva que jamás me he planteado irme a otras tierras».Y eso que, sobre todo en invierno, se puede entender que había días complicados para una joven de Villamondrín, en la ribera leonesa, que llegaba a la cuna de la montaña, en los aluches y tantas otras tradiciones. «Claro que alguna vez me asustaron las nevadas; que hace 42 años eran mucho más abundantes que en la actualidad; tengo algunas aventuras relacionadas con las nevadas, las visitas a los enfermos...».

- Cuenta una.

- Pues mira, una relativamente reciente, cuando ya hacíamos guardias en el centro de salud de Puente Almuhey. Bajamos un viernes para hacer el fin de semana y tuvimos que estar toda la semana, era imposible salir, cada día volvía a nevar. Finalmente pudimos volver... detrás de la máquina quitanieves.

Pero también recuerda algunas nevadas en las que había que sacar a algún enfermo y no había más solución que acudir a la «espalada» (son sus dos pueblos cuna de muchas tradiciones), se tocaba la campana y los vecinos de un pueblo iban espalando hasta llegar al siguiente y así sucesivamente hasta poder salir...

Mil historias más que han desembocado en el cariño que le mostraron sus pueblos en la despedida, el pasado día 30, su última jornada laboral. «Fue una sorpresa muy agradable, me pidieron que pasara por el Ayuntamiento y se habían ‘avisado’ por facebook y esas cosas y algunos vecinos, con mascarillas, acudieron hasta el edificio, me arroparon. El Ayuntamiento y las Juntas Vecinales me ofrecieron unos recuerdos... fue muy emotivo».

- ¿Una montañesa más?

- Sí claro, aquí he hecho mi nueva vida; pero sin renunciar a mi Villamondrín, que allí está mi madre y con ella pasé la Nochevieja.
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