Cuando las piedras hablan por las calles

Julio del Campo Portas, constructor, escultor, concejal y vicealcalde

Gregorio Fernández Castañón
29/08/2022
 Actualizado a 29/08/2022
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Bien. Lo sabemos. Hay formas y maneras de escribir en la piedra un poema, una imagen, un pensamiento o el latido de un corazón que ama…

Julio del Campo Portas nació en Perales (Palencia) en el año 1864, pero vino a León a la edad de 20 años y selló su amor en esta ciudad casándose con Antolina Luna Aparicio. De él se puede decir que fue constructor, escultor, concejal y vicealcalde. Pero también fue el fundador de la Asociación de Caridad desde la que promocionaba todo lo relacionado con la educación y las obras sociales. Un raro fenómeno; hoy día, en estado de extinción.

Su mujer y él, los dos, donaron en 1917 a la ciudad el edificio civil que, para mí, sin duda alguna, es el más espectacular de León, perteneciente a los primeros años del siglo XX: el edificio de las viejas escuelas (tres primeras fotografías) que se encuentra en la calle que lleva su mismo nombre: Julio del Campo. Un edificio singular, cuya fachada, casi, casi, se ha de considerar como una mini enciclopedia. ¿Que por qué? Pues porque en ella, escrito con cincel, amor y paciencia, se pueden leer más de 600 palabras y admirar, junto a los numerosos ornamentos pétreos, los bustos de importantes personajes reconocidos mundialmente, pero, sobre todo, relacionados con León y provincia: Juan de Badajoz (maestro mayor de la Catedral), Juan de Arfe (orfebre, especialista en plata), San Isidoro de León (cuyos restos descansan en esta ciudad), Gumersindo Azcárate (jurista, catedrático, historiador y político), Pedro Ponce de León (monje benedictino, natural de Sahagún, uno de los primeros educadores de sordos del mundo) o, entre otros, Sierra Pambley (apellidos ligados a la creación de varias escuelas y fundaciones). Bustos, frases, números y letras por él cincelados dentro de su faceta de escultor.

Este edificio, eso espero, es conocido, admirado y respetado por cualquier leonés. Ahora bien, las que creo que no son tan conocidas, al menos por los más jóvenes, son otras obras públicas de este escultor que, con el criterio de «obras menores», son, en mi opinión, grandilocuentes. Y lo son porque fueron hechas bajo el prisma histórico y con los altos vuelos que otorga la admiración hacía unas ciudades o hacia determinados detalles o personajes a representar. Ahí están las placas y/o adornos de diversas calles: las placas bajo relieves (con los bustos de los personajes) de las calles Juan Madrazo y Colón y la de la Avenida de Palencia, la de la propia calle a él dedicada (Julio del Campo), la sencilla placa en honor a Juan del Encina (en la calle Ancha) o el misterioso dintel (de 1897) del edificio nº 25 de la calle Ordoño II (edificio por él construido y en el que, en la parte posterior tenía su taller). Una placa esta última que se libró de la persecución que Franco hizo a los masones y su simbología con el decreto que firmó el 15 de septiembre de 1936: «La Francmasonería y otras asociaciones clandestinas son declaradas contrarias a la ley. Todo activista que permanezca en ellas tras la publicación del presente edicto será considerado como reo del crimen de rebelión». Lo cierto es que ahí continúan representados los signos masónicos por excelencia: la escuadra y el compás, acompañados, aquí, por la regla, la plomada y el laurel.

De todas estas placas, la más vistosa, al menos para mí, es la que lleva el nombre de la ciudad donde surgió el manantial de su sangre: Palencia. Y lo es porque supo unir las dos ciudades, Palencia y León, en un corazón de piedra, nada frío y sí muy vistoso. Ahí están los escudos que las representan y ahí está la luz que une y que no encierra rencor alguno entre ciudades próximas. Esta placa se puede ver y admirar al principio de la Avda. de Palencia, justo empotrada en la fachada del edificio conocido como “Casa de don Valentín”. Espectacular.

Y, por si no conoces esta pequeña/gran obra de Julio del Campo, te presento dos fotografías: la de la placa en su estado actual y la del autor frente a la misma, todavía en periodo de ejecución (dos últimas fotografías).

Todo un gran detalle, el de las placas, para embellecer, más si cabe, una ciudad monumental, como sin duda alguna es nuestra ciudad: León.
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