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Cuando la verdad se va a la mierda

20/01/2023
 Actualizado a 20/01/2023
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Hay muchas cosas que se escapan de nuestro control. Intentamos hacer las cosas bien a nivel personal o laboral pero luego las cosas salen como les parece, que en ocasiones es peor de lo que habíamos pensado. Como dice mi amigo Cayetano, agricultor del Páramo leonés, con esa tranquilidad que da años de dedicación al campo: «Vamos a intentar hacer las cosas perfectas para que salgan bien, porque si las intentamos hacer bien, lo normal es que salgan regular».

Sin embargo, hay cosas que dependen al 100 % (o casi) de nosotros como son la honestidad, el honor, la responsabilidad, el respeto… y la cualidad de la que les quiero hablar hoy y que va de la mano de la honestidad, la verdad.

Decir o no la verdad va intrínsicamente unido al tipo de persona que somos y en nuestra cultura, por desgracia, la mentira se toma como lo normal, tal es así que ya no nos fiamos ni de la gente más cercana porque comprendemos que nos pueden llegar a mentir en un momento dado, bien con mentirijillas o con grandes ‘trolas’ infumables. Es un defecto de las sociedades católicas donde la mentira se toma como pecado venial si no daña directamente a otra persona.

En los países de tradición protestante, la mentira es uno de los pecados peor considerados. Recuerden el escándalo sexual del expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, cuando la sociedad puritana americana justificó la infidelidad hacia su mujer, pero lo que no le perdonó es que mintiese negando el asunto.

Más recientemente hemos tenido el caso de George Santos, el congresista republicano americano al que le han colocado el dudoso mérito de ser el político más mentiroso del mundo por poner en su currículo más mentiras que verdades. No sé si finalmente el tal George Santos tendrá que dimitir o no, pero lo que sí les aseguro es que será un paria ya toda su vida en Estados Unidos.

Aquí en España vemos cada poco cómo políticos mienten con sus títulos y diplomas, engordan sus currículos con másteres de temas exóticos que realmente no han realizado o presentan tesis claramente plagiadas y no pasa absolutamente nada, sobre todo si vienen de políticos del lado izquierdo del espectro.

Hace unos meses, Isabel Rodríguez, ministra portavoz del gobierno de Sánchez, defendió la necesidad de un espacio informativo de noticias del Gobierno, a modo Nodo, en el que se dijese la verdad de todo lo ‘bueno’ que hacen los ministros. Del mismo modo, el partido socialista tiene a gala contar con un ‘Comité de la Verdad’ como si ellos tuviesen el poder de decir qué es o no verdad.

Sin embargo, hace unos días asistimos a uno de los episodios de mentira más bizarros por parte de una ministra. La ministra Ione Belarra tuvo la desfachatez de coger una portada del diario ABC en la que hablaban de un escándalo de Álvarez-Cascos, cambiar la foto por una en la que se mostraba a Feijóo abrazando a Cascos y colgarla en sus redes sociales. El resultado, un día de ruido y a las 48h, agua pasada.

Cuando la verdad se va a la mierda, la sociedad está a un paso de ella.
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