Cuando Civila le tosía a Dios

19/11/2020
 Actualizado a 19/11/2020
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De la tía Civila todos decían cosas bellas, hasta que cayó en desgracia y los mismos que alababan sus bondades pasaron a decir las mayores barbaridades, incluso se la acusó de rebelión celestial; fue cuando el viento le volvía el humo de la cocina de leña. Contaban haberla visto en medio del vendaval salir al medio de la calle, rebragarse, y mirando al cielo directamente hablarle al señor de las nubes: «Oye tú— no trataba de usted ni a Dios—, si tienes algo contra mi bajas y me lo dices en el escaño de la cocina; pero con el calor de mis hijas no te metas porque la tenemos». Y dicen que volviendo hacia su casa musitaba: «Claro que subo. Y la tenemos».

Pero antes de caer en desgracia gozaba de la mejor fama, cimentada en los buenos informes oficiales y las buenas palabras en el bar del cabo poeta, que así le llamaban porque redactaba los partes de incidencias con letra de maestro y prosa de aquellos curas que pasaban por las escuelas escogiendo a los niños listos para llevarlos a sus seminarios y preceptorías.

Y cuando alguna maledicencia caía sobre Civila prometía investigarla y pronto resolvía: «Nada que cuestione en su intachable proceder».

Cuando ascendió a teniente poeta y debía irse a otro pueblo le preguntaron sobre cómo había llevado las investigaciones sobre la Tía Civila, de la que tantas cosas bonitas se decían gracias a sus pesquisas, que no dejaban lugar a ninguna duda sobre su honorabilidad.

- Muy sencillo. Cada vez que me acercaba a su casa con alguna investigación abierta ni siquiera llegaba a coger el picaporte pues encontraba la puerta llena de flores. Y quien se viste de flores jamás se permitirá tener el alma sucia.

Y así fue cómo cayó en desgracia. La explicación sería muy poética, pero toserle a Dios...
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