14/09/2021
 Actualizado a 14/09/2021
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Si fuerais a cavar viñas», invita el anciano de la azada al levantar la cabeza de su oficio de hacedor de surcos. Es una revelación más que un deseo enfundado en un semi tirón de orejas, dirigida a la serpiente multicolor de «runners», que no corredores (ni ranas),envueltos en sus arcoíris de camisetas ultratrailers, su pantaloncito de licra y esos pepinos de playeros que les han costado un sueldo calzar. Eso de pagar por sudar se entiende mal en el mundo agrario, donde una lechuga cuesta diez sentadillas, unas cerezas se cambian por tres clases de steep y las castañas secuestran todos los cuádriceps tres días. La conciencia de la dureza del campo ha sobrepasado la de su lado romántico hasta el punto de que su herencia se desdeña. Recordar al abuelo tallando palos con los que mantener erectas las tomateras queda bonito en la foto de la memoria, pero pretender digitalizarla en el hoy de sus nietos, ni por prescripción médica. Por eso no es una elección a contemplar para los que pudieran ser pasto de respuesta a los anuncios de «se necesitan vendimiadores». Es una profesión en extinción y eso que necesitar se necesita empleo made in Bierzo y, sobre todo, sueldo, pero la temporalidad, el precio, la tramitación… eso es terreno movedizo para el que levanta la mano. Para los que cumplían con la tradición de sacarse unas perras antes de volver a la universidad, ya no sirve. Pero los empresarios se han dado cuenta de que lo que fallaba era el idioma. No se puede contemplar una oferta de empleo con una simplicidad tan clara. Mejor adornar y así retener al receptor. «Se ofrece wod de crossVid de siete sesiones». Primer día sentadilla con setenta kilos de pesa rusa enfundada en lustrosos racimos de mencía recién recogida. Arriba al lateral del cuello y diez pasos al frente con la pesa cesto inmóvil hasta el tractor. Sentadilla de nuevo y vuelta. Esto ya es otra cosa. Ya verás que «bícepswine» van a dejar los posos de la recogida.
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