Crónicas de una cuarentena

El leonés Vicente García relata la odisea de viajar Milán y volver a vivir en España la misma situación semanas después

Vicente García
11/03/2020
 Actualizado a 11/03/2020
Varias personas con mascarilla sobre el escudo de MIlán. | VICENTE GARCÍA
Varias personas con mascarilla sobre el escudo de MIlán. | VICENTE GARCÍA
Resulta curioso volver a España y volver a vivir la misma situación que viviste hace poco en Italia, pero así es. El día 22de febrero nos embarcamos hacia Milán en unas vacaciones de carnaval que se prometían felices. Llegaron el día antes noticias contradictorias a España acerca de que en algunas provincias del norte de Italia había algunos casos de coronavirus, pero nos parecían lugares lejanos a nuestro destino. No nos dimos cuenta hasta que estuvimos allí de la magnitud del problema.

Al entrar en el aeropuerto unos sanitarios nos tomaban la temperatura. En el metro algunos iban con mascarillas y los que no las tenían se tapaban la boca y la nariz y miraban a todo el mundo como si fuéramos el enemigo. Nos asentamos en la casa que teníamos reservada y fuimos a comprar al súper de la esquina. Nada que destacar. Al día siguiente, domingo, iríamos a visitar los lugares más importantes de Milán. Por la noche en la tele salió el jefe del estado, Conte, y dijo que no había problema, que todo estaba controlado.

El domingo visitamos el Duomo con colas en los accesos y una pequeña parte de visitantes con mascarillas, en especial chinos y coreanos. El coronavirus nos habían dicho los informativos españoles era muy malo y peligroso, pero sólo lo tenían los chinos y en una sola provincia.

Volvimos a casa casi por la noche y entramos en el súper a comprar víveres y después salimos a cenar. Cenamos bien y al volver a casa pusimos la tele. En comparación con el día anterior, había más cadenas hablando del coronavirus y en algunas comenzaban a discutir.

Al día siguiente visitamos el lago Como. Dimos unos buenos paseos para hacer fotos y volvimos. Había carteles que indicaban que se suspendían las clases en colegios, institutos y universidades, el culto en las iglesias que los turistas podíamos visitar tranquilamente y cerraron Duomo, Scala y lugares donde podría haber aglomeraciones. Fuimos al súper y estaba bien abastecido. Por la noche en la tele todas las cadenas hablaban del coronavirus y discutían mucho, unos y otros se echaban la culpa. En las noticias hablaban de escasez de alimentos y mostraban estanterías vacías, cosa que no vimos.Comenzábamos a temer por nuestro regreso a España.

Al día siguiente visitamos de nuevo lo que se podía visitar de Milán. Había gente con mascarillas por la calle, pero no demasiada. Los que las tenían a veces era por decir que las tenían porque no las llevaban bien colocadas y la gente estaba muy tranquila. Por la noche cerraban los bares a las seis y la tele era un sindiós, todas las cadenas hablaban del coronavirus con todo tipo de predicadores dando todo tipo de consejos como la fórmula para hacer detergentes caseros o echar la culpa a los elementos más peregrinos. Políticos discutiendo y buscando culpables. Imágenes de supermercados con las estanterías vacías, cosa que tampoco vimos en el super de la esquina. Pensamos que no íbamos a poder volver a casa.

El miércoles volvimos sin problemas. Un avión completo desde Milán a Barajas. Nadie nos puso ninguna pega para entrar y volvimos a casa.

Desde entonces las noticias y los consejos han sido dispares y a veces contradictorios. Unos nos aconsejaban quedarnos en casa quince días y los medios oficiales a los que llamamos que hiciéramos vida normal porque no había que alarmar a la población. El coronavirus había dejado de ser ese peligro que nos contaron cuando se daba en China para convertirse en una gripe más, aunque muy contagiosa, pero que se cura con paracetamol y solamente los que estaban muy malos y la cogían se morían. Pero hasta ese cuento ha ido cambiando con el tiempo y ahora, tras haber pasado los quince días de rigor sin síntomas vemos que comenzamos otra vez con las noticias alarmistas de supermercados vacíos, con las clases suspendidas, con el cierre de lugares de visita y reunión (aún no han mandado cerrar los bares a las seis, pero lo harán). Y sobre todo con las turras en la tele de predicadores con el verdadero remedio al coronavirus, que si esto es el Apocalipsis, que si tuvisteis vosotros la culpa o los otros, que si hay desabastecimiento… Vuelta a vivir aquellos momentos.

En una situación así nadie sabe qué hacer ni qué decisión tomar. Una vez alarmadala población la respuesta puede ser delirante y de todos depende que esto no se vaya de las manos. Se deben cumplir las normas y respetar a los demás para que todo funcione bien y sobre todo revertir el desguace de la sanidad que nos va a hacer mucha falta.
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