Crónica de una pesadilla

La voz de las manos blancas es el título de la exposición que este martes llega al Museo Casa Botines Gaudí de la mano de la Fundación Miguel Ángel Blanco

Fulgencio Fernández
14/09/2020
 Actualizado a 14/09/2020
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Una de las fotografías de la exposición que este martes llega a León —‘La voz de las manos blancas’— podría definir el espíritu de la misma, un hombre mira el panel de víctimas de ETA buscando a algún conocido. Y es que en cualquier ciudad que visita hay damnificados de aquellos llamados años del plomo. Y León no se queda atrás, ni mucho menos, 31 leoneses fueron asesinados por la banda terrorista, según un documentado trabajo del policía, criminalista y escritor Ricardo Magaz, que le tocó vivir en su trabajo aquellos años duros y, explicaba, «creo que saldo una deuda que yo mismo me había impuesto hacia mis compañeros y todos los demás asesinados, algunos de profesiones tan alejadas de esta locura terrorista como el camarero lacianiego que fue su primera víctima».

La muestra que ahora llega a Botines está plagada de escenas que muchos recuerdan, impactantes, pero todas juntas producen escalofríos: el silencio de algunos entierros, el industrial Berazadi leyendo en un zulo con una pistola que le apunta, madres besando féretros, un artificiero con un brazo destrozado, sangre, un hombre con una niña ensangrentada en sus brazos herida en el atentado del cuartel de Vic, la desencajada cara de Ortega Lara al ser liberado después de 532 días en un zulo, universitarios leoneses días antes pidiendo su liberación, muchas manos blancas, Miguel Ángel Blanco... para qué seguir.

Explican desde la Fundación Miguel Ángel Blanco el espíritu de la muestra. «Debido a la implantación del terror, la lucha cívica contra ETA fue, en un principio, asunto de una heroica minoría que progresivamente transformó sus reivindicaciones pacifistas en una defensa abierta del constitucionalismo, como el único garante de los derechos humanos y de las libertades de la ciudadanía, frente al nacionalismo excluyente que soñaron los criminales y sus cómplices.Esta exposición es el reconocimiento a esa tenacidad, que paulatinamente fue encontrando el respaldo de la mayoría de la sociedad española, y a todos los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado, y a aquellos jueces, políticos y ciudadanos en general que arriesgaron sus vidas por la pervivencia del Estado de Derecho».

Mañana la explicarán sus responsables y como en la fotografía del hombre que busca habrá leoneses que recordarán cómo golpeó a esta tierra desde aquella primera víctima de esta tierra que recoge Magaz: «El primer paisano nuestro asesinado era un buen ejemplo de lo que es esta tierra, un lacianiego que había emigrado a la capital, donde trabajaba de camarero». Se llamaba Manuel Llanos Gancedo, y había nacido en Villablino. Murió en uno de los atentados más sangrientos e indiscriminados, con bomba, el 13 de septiembre de 1974 en la cafetería Rolando, en la calle del Correo, muy cerca de la famosa Puerta del Sol.13 muertos y varias decenas de heridos fue el trágico resultado, entre ellos el trabajador leonés».

Hubo víctimas de 18 pueblos diferentes de la provincia, lugares que vivieron el luto y la incapacidad de entender aquellas muertes, los otros 13 eran vecinos de la capital. No le faltarazón a Ricardo Magaz en su homenaje a sus compañeros pues la Policía Nacional era el cuerpo elegido por nueve de las víctimas leonesas, mientras que otros 5 eran militares de diferentes graduaciones, alguno jubilado, y dos conductores de amenazados que llevan escolta y chófer.

Un trabajador de Altos Hornos, un secretario de ayuntamiento, un empleado de Telefónica... en su gran mayoría, como el lacianiego Llanos Gancedo, leoneses que tuvieron que abandonar su tierra para ganarse el pan.

A los que ahora recuerdan.
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