12/10/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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Hay quienes con el otoño, con la luz del otoño, se reinventan.Y no sólo los poetas. Les basta con respirar, bien de mañana, esa brisa oculta y perfumada que nace de la plenitud del tiempo para acordar una tregua con su angustia y prometerse a sí mismo una regeneración acorde con la edad que los sustenta.

Y se ponen a soñar como posesos en atardeceres de oro y demás panoplias de paisajes inventados por los que se ven abocados a claudicar, acaso para siempre. Este pobre cronista es uno de ellos; y saca fuerzas de flaqueza y se va con la imaginación por los senderos de su patria leonesa, para purificar el alma y respirar.

«Todo está bien, menos cuando uno no se sabe atar el ombligo» como dice Fernando Herrero de Calzada del Coto. Y a continuación recita aquellos versos del villano, bien dotado de atributos, sorprendido en cópula singular en su herrería: «De lo alto de la bóveda celeste / el rey del cielo me envía / a ver si en esta herrería / hay un clavo como este / y de esta misma medida». Todo está bien si uno se habitúa a descifrar las estaciones y a firmar las paces con la inquietud y con la angustia del día a día. Por eso, y porque hay que vivir, uno se reinventa en el otoño de la edad como se reinventan el bosque y los caminos.

Hay quienes, desconfiando del otoño, de sus trampas y de sus seductores brisas y colores, dan en aceptar que estamos mal, muy mal, que España, esta España mía, esta España nuestra, es un campo de ambiciones en el que pleitean y justan personajes de medio pelo, a lomos de jamelgos cojos, y con lanzas de cristal con las que amenazan al viento, abocados a la derrota.

No es pesadumbre ya, sino deriva hacia lo cómico. No es que le sorprenda a uno, en San Froilán, esa Señora de la mentira del Grial batiéndose por el honor de una corporación que niega, pero paga, su tributo.

Es el hastío de comprobar que todo continúa igual y que ni siquiera la llegada del sagrado tiempo de la edad ha conseguido poner un poco de racionalidad en nuestras mentes.

Parodiando aquella frase de James Coburn en el espagueti western «Agacha la cabeza, maldito» de Sergio Leone: «Cuando empecé con la dinamita, creía en todo; ahora ya solo creo en la dinamita». Así este cronista: Cuando empecé con el otoño creía en todo; ahora ya solo creo en el otoño. Y en sus colores crudos y podridos.
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