jose-miguel-giraldezb.jpg

Cosas que nos empobrecen y nos limitan

20/06/2022
 Actualizado a 20/06/2022
Guardar
Cuando esto escribo se está produciendo la votación en las elecciones andaluzas, donde, según los arúspices (cada vez más abundantes, pues esta es época propicia para los oráculos) el Partido Popular podría verse impelido a desarrollar una estrategia pactista semejante a la que llevó a cabo en esta comunidad, aunque, también es cierto, algunos lectores de las vísceras de las aves creyeron ver allí la posibilidad, remota, eso sí, de una mayoría absoluta. Ignoro lo que habrá pasado (ustedes, que me están leyendo, ya lo saben a estas alturas), ignoro si Sánchez habrá sufrido un revés en la figura de Espadas, como se decía, si el descalabro de Ciudadanos habrá sido también del tamaño anunciado, si Vox va a marcarle el gobierno a Moreno, o si este último habrá dado la campanada, liberándose de ataduras, de tutelas y tutías.

En realidad, las elecciones autonómicas nos van llevando lentamente (o no tanto) hacia el escenario imprevisible de las elecciones generales. Y no son pocos los que buscan una lectura en clave nacional, que yo no comparto demasiado. Cada lugar es como es y vota como vota. Y las elecciones generales son otra cosa, créanme. Aunque comprendo que el morbo siempre anda rondando la política, y no faltan aquellos que quieren medir el desgaste de Sánchez. Nadie duda de las dificultades de este último tranco de la legislatura. Problemas económicos, diplomáticos (el enojoso asunto de Argelia), problemas derivados de la guerra en Ucrania, y no sólo de esa guerra. La inflación, la cesta de la compra, la luz, la energía… Complicado, sin duda. Pero, insisto, no creo que se deban trasladar los resultados andalusíes alegremente al ámbito nacional.

Mientras en todas las pantallas hay una especie de fervor electoral, un ansia viva, que decía el otro, por saber cómo están los niveles de vitalidad de los partidos, todo lo que sube y todo lo que baja, yo asisto con preocupación a la situación de nuestro pedazo de territorio, el provincial, desde luego, y el entorno más próximo a nosotros. Se ha desgastado muy rápido el mensaje de la España vaciada, quizás porque ha estado en el candelero demasiado tiempo. Y el caso es que ha tenido buenos comentaristas. Aquí se describen muy bien las situaciones, los contextos, los paisajes, pero a la hora de aportar soluciones concretas la cosa ya empieza a cojear. Como en el caso de Sánchez con el final de la legislatura, la cosa no es fácil, hemos de admitirlo. Pero llevamos mucho tiempo con muchos problemas enquistados. Creo que están descritos, así que seguramente ha llegado el momento de poner de verdad manos a la obra. ¿No creen?

Dicho de otra forma: dejemos de marear la perdiz, no demos más vueltas a la España vaciada, despoblada, envejecida y en franca decadencia. Son hechos constables, creo que innegables, pero apliquémonos no tanto a los lamentos como a la búsqueda de urgentes soluciones. De poco sirve lamernos las heridas, que sin duda existen. Para lograr cosas diferentes hay que hacer cosas diferentes. Y no sé muy bien si hacemos de verdad cosas diferentes.

Han bastado los últimos siete o diez días para llegar a la conclusión de que suceden muchas cosas que nos empobrecen y nos limitan, no sé si por mala suerte o porque el desánimo sólo llama al desánimo, de la misma forma que la fortuna ayuda a los audaces, que decían acertadamente los latinos. Ahí tienen, sin ir más lejos, el enorme incendio de la Sierra de la Culebra, en Zamora (o sea, aquí al lado) y la caída de dos tramos del viaducto del Castro, junto a Piedrafita, en la cada vez más torturada A-6, también, efectivamente, aquí al lado.

Podríamos añadir otros muchos asuntos, y no pocos relacionados con la movilidad y el transporte. Podríamos hablar de la autopista de Valladolid, de los problemas múltiples del ferrocarril, incluyendo la integración en la ciudad, o la comunicación con Asturias, y ello a pesar de las mejoras con la meseta y con Madrid. La verdad, todo parece eternizarse. Y, cuando se soluciona, no siempre se soluciona del todo. Siempre hay obstáculos, algunos detalles, algunos flecos. Ay, los inquietantes y desasosegantes flecos. Es una cosa muy de las provincias periféricas, que dicen aquellos que dan carnés de periferia. Hoy, es verdad, el centro es la periferia. No Madrid, claro, sino el resto del centro.

Y aún me maravillo de cuantos vienen a estas tierras a buscar casa en el pueblo, donde ya no queda nadie: extranjeros a veces, huyendo las ciudades del norte de Europa y buscando un sol del que a veces nosotros renegamos. Gente del arte, de la cultura, de la ecología. Gente que restaura casas y crea iniciativas, porque es necesario acometer nuevas ides. Nuevas ideas. Nunca he dudado del potencial de esta provincia. Objetivamente León es una provincia con extraordinarias posibilidades, llena de contrastes, de paisajes diversos, de enclaves increíbles, variada y potencialmente muy rica. ¿Qué sucede entonces? ¿Cómo se explica esta creciente parálisis, imparable, se diría? ¿Cómo se explica este agostamiento, esta caída en la irrelevancia o poco menos? Por supuesto que tiene que ver con injusticias históricas, sí, con desmantelamientos y olvidos, claro, pero hay que ir más allá. Nadie hará las cosas por nosotros. No cabe esperar eternamente un maná menguante y triste.

Nos hemos acostumbrado a perder cosas. Objetivos, proyectos. Es una situación que hay que revertir. La modernidad tiene que ponerse delante de la nostalgia, delante de las glorias pasadas, delante de cualquier cosa. No se vive del sueño efímero, de las tremolantes banderas, de las viejas épicas y las dulces tradiciones. O no solamente se vive de eso, una y otra vez.

El terrible incendio de la Sierra de la Culebra nos recuerda otros incendios de los últimos años. Los avisos de la Tierra son continuos, el calentamiento es evidente (este junio ha batido récords). Es objetivo, más allá de los escépticos. Y, para completar el panorama dantesco, el hundimiento del viaducto del Castro. El aislamiento ya no es sólo metafórico, conceptual, sentimental, filosófico… ahora ya empieza a ser muy físico. Es cierto que la A-6 ha sido una de las infraestructuras más complejas de construir en Europa. Pero asistir al cierre parcial de esta vía paralela al Camino Francés, por la que discurren mercancías innumerables, imprescindibles, que enlaza Galicia y sus puertos con la meseta, es un asunto de mucha gravedad.

No me extraña que ya miremos más al cielo que al suelo. No sólo en busca de un poco más de lluvia. También está ahí la opción de la Agencia Espacial Española. Si asaltar los cielos se refería a esto, que haya suerte esta vez.
Lo más leído