23/12/2020
 Actualizado a 23/12/2020
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La crisis sanitaria, provocada por la infectación vírica, ha sido –respeto para los difuntos– de gran utilidad para la política, la economía y la sociedad.

Como una cortina de humo que enmascara, en principio, el número de muertos, a los que se les da una efímera y clandestina incineración. Ya nos lo dijeron: «Polvo eres y a ser polvo volverás». Cual un eterno Miércoles de Ceniza.

También ha servido, para que los servicios públicos y de atención al ciudadano se colapsen, más o menos intencionadamente. Porque mucha gente no sabe realmente para qué está, ni lo que tiene que hacer, empezando por los gestores de la crisis. El país está realmente desconcertado por el desgobierno, las autonomías y otros organismos más o menos superfluos. Son escasas las cosas que funcionan. Un recurso muy común, los teléfonos que no responden o te remiten a una página que, o bien no se abre, o está obsoleta o es mera propaganda turística de algún lugar.

La situación de la educación, es totalmente relativa. Unos colegios se cierran, otros están diezmados y ninguno a pleno rendimiento. Agazapada estaba la Mesa por León, que ya sufre el efecto de la carcoma. Una superchería como la escuela de pilotos, Feve, San Marcos, el Emperador o el Conservatorio. Aunque hay para dar y tomar. Y en éstas, se presentan los de Villalar, que fueron despedidos por el alcalde, con cajas destempladas.

Poco importa la salud de los educadores y de los niños. Menos, aún, la de los viejos que languidecen en los asilos y echarán en falta el tradicional Nacimiento, los Reyes y la cena compartida con los hijos.

En estos días, acostumbrábamos a expresar buenas intenciones y sentimientos, hacia todos con quienes tenemos trato. Meras fórmulas apolilladas que, en estas fechas, oreamos. Yo, como mera cortesía, cuando alguien me espeta «feliz... tal o cual» me limito a responder: «Igualmente», que es lo único que me sale. Tampoco pronuncié deseos, en las pasadas Navidades, para el ‘Año Nuevo’. Y acerté. Hubiera sido una pésima ironía, pensar que sería bueno. ¿Para quién? Tampoco haré pronósticos sobre el que va a comenzar. Dios me libre. No diré ni mus. Primero por no mentarlo; luego por los avatares políticos, que también son temibles y, finalmente, porque, si oteas un poco el horizonte, no verás despertar la bella aurora en la Candamia o Tierra de Campos. (No me resisto a decir que la Candamia es un lugar sagrado, dedicado al dios astur Candamius).

El mejor deseo es que no te pase nada. Que no te duelan las muelas por el turrón; que no te quemes en la cocina o rompas una pierna; y ojo con lo que comes, no sea que pilles una gastroenteritis en estas fechas. De lo contrario te verás desdentado, chamuscado, cojo o, lo que es peor, cagado –con perdón–. Advertido quedas.

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