30/07/2017
 Actualizado a 15/09/2019
Guardar
Hubo también un Alfonso V en Aragón. Y el ordinal debía proporcionar buena suerte a su poseedor porque al de León le apodaron ‘el noble’ o el de los Buenos Fueros y al otro el Magnánimo o el Sabio. Nada que ver, por lo demás, el uno con el otro: los cuatro siglos que separan sus respectivos nacimientos, ocurridos en las postrimerías del X y del XIV, hacen imposible toda comparación. Yo del reino de Aragón no sé más que lo que reflejaban sucintamente los libros de historia del bachillerato y que, por supuesto, he olvidado. Nada raro teniendo en cuenta que también he olvidado la secuencia de los de mi propio reino, que últimamente ando refrescando de la mano de Ricardo Chao Prieto y su ‘Historia de los Reyes de León’ publicada por la editorial Rimpego. Pero entre los pocos datos que recuerdo de la de Aragón está la suerte que tuvieron de apuntar hacia las islas del Mediterráneo (Córcega, Cerdeña, Sicilia) y hacia Italia de donde, como es bien sabido, importamos muchas cosas buenas aunque menos tangibles que el oro o la plata de América. Sé, sin embargo, que esta lectura es un tanto parcial y los aragoneses no estuvieron muy de acuerdo en concreto con el abandono del que fueron objeto y esa política imperialista de Alfonso V que esquilmó sus arcas para financiar esas otras lejanas conquistas entre las que se encontró Nápoles, donde el rey instaló su corte y vivió definitivamente alejado de su esposa María de Castilla al tiempo que felizmente acompañado de Lucrecia d’Alagno. La realidad es que a mí, de este rey Alfonso, lo que realmente me sorprendió fue el dato, leído no sé dónde, de que en los saqueos únicamente le interesaban los libros. Muy probablemente no era estrictamente así, pero la historia le atribuye un interesante papel en el ámbito cultural como mecenas de una serie de autores que cultivaron la poesía en su corte napolitana cantando sus gestas bélicas y amorosas en castellano, catalán, italiano o latín. Ciento setenta y tantos de esos poemas de más de cuarenta autores fueron reunidos en el Cancionero de Estúñiga no mucho después de la muerte del rey acaecida en Nápoles en 1458. Y, desde entonces, ese aire tan español que yo creí percibir en Nápoles entre un tráfico disparatado.
Lo más leído