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Correr la misma suerte

16/12/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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La actualidad de estos días en el ambiente creyente de la diócesis de León tiene un nombre: Esther Paniagua, natural de Izagre, a orillas del río Cea, que, aguas arriba, regaron también con su sangre los jóvenes seglares Facundo y Primitivo, a principios del siglo IV.

Esther tenía 45 años de edad cuando fue abatida por un disparo del radicalismo musulmán el mismo día del Domund (¡bendita/maldita casualidad!), el 23 de octubre de 1994. Iba con su compañera, la burgalesa Caridad Álvarez, a celebrar la Misa en una capilla cercana a su convento. El pasado día 8 fue beatificada en Orán, junto a su compañera y a otros diecisiete cristianos martirizados entre 1994 y 1997 en Argelia (13 hombres y 6 mujeres).

Ayer, en la Catedral leonesa, con los restos de las dos nuevas beatas citadas en lugar destacado y la presencia de un millar de fieles, entre ellos más de 150 hermanas de Congregación, tuvo lugar una Misa de Acción de Gracias. Esta expresión de gratitud no lo es por el hecho del martirio, que no deja de ser resultado de un crimen, sino por lo que la ‘martirio’ significa: el ‘testimonio’ que Esther y los demás dieron de una fe en Dios que los llevó –en sus propias palabras– a estar allí «por fidelidad al Evangelio, por amor al pueblo argelino que los había acogido y porque estaban compartiendo fe y vida con ese pueblo y no querían huir, sino correr su misma suerte». Cuando sus superioras les insistían en que lo mejor sería irse de Argel en busca de seguridad, les respondían: «No os preocupéis. Estamos en las manos de Dios». Y si les insistían «por si les pasaba algo», añadían: «Pues si nos pasa algo, seguimos estando en las manos de Dios». ¡Chapó!

Por su parte, la diócesis de Astorga, dentro del Año Diocesano de la Santidad que está celebrando, acaba de poner en la calle una publicación de 154 páginas, en la que se ofrece el Santoral diocesano, con la biografía sumaria y otros añadidos pertinentes de los Santos y Beatos propios (61 en total), desde los orígenes en tiempos postapostólicos hasta nuestros días. El subtítulo del libro, que ha sido responsabilidad de la Delegación de Liturgia, Piedad Popular y Causas de los Santos, es ‘Testigos de la fe. Modelos de nuestra Iglesia’. Desde la mártir Santa Marta (s. III) hasta los beatos martirizados en la persecución religiosa del siglo XX.

Acontecimiento y libro son muestra evidente de que «la llamada a la santidad en el mundo actual» que el papa Francisco hace en su última encíclica no es una calentura puntual de un hombre viejo.
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