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Coronavirus, ¿una plaga bíblica?

26/01/2021
 Actualizado a 26/01/2021
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La Biblia es un libro, o mejor un conjunto de libros, que, aunque escritos hace muchos siglos, tienen plena actualidad. Concretamente las soluciones que propone para ciertas epidemias poco o nada difieren de las que se aconsejan hoy. En el libro del Éxodo manda lavar las manos para no morir. Y en el Levítico se habla de guardar una cuarentena de siete días e incluso del aislamiento. Pero va mucho más lejos y considera la existencia de determinados males como un castigo divino. Por poner algunos de ejemplos, podemos recordar el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra o las plagas de Egipto. Independientemente de cómo se puedan interpretar estos relatos, de acuerdo con los diversos géneros literarios, se intenta resaltar la maldad del ser humano y las consecuencias de esta maldad.

El mundo de hoy no es ni mucho menos un ejemplo de bondad. Por supuesto que, incluso entre nosotros, el desprecio y odio a Dios y a todo lo que tiene que ver con Él es palpable. Alguien comentaba en las redes sociales, a propósito de la muerte de un sacerdote a consecuencia de una explosión de gas en Madrid, que la pena es que no murieran todos los curas. No menos sintomático ha sido el derribo de una cruz y posterior arrojamiento a un vertedero por parte de una alcaldesa de Izquierda Unida. Podrían ponerse miles de ejemplos como éstos. Pero seguro que a Dios le incomoda mucho más el egoísmo, el desprecio y la injusticia con que se trata a millones de seres humanos. No es cuestión de hacer aquí un inventario de estos atropellos. Casi basta con ver cada día los telediarios.

Parece, pues, muy claro que este mundo en que vivimos dista mucho de ser el mundo querido y deseado por Dios. En el relato del Diluvio se nos dice que, al ver Dios que la maldad del hombre crecía sobre toda la tierra, estaba arrepentido de haber creado al hombre en la tierra, deseando borrarlo de la superficie de la tierra. Independientemente de cómo ha de interpretarse este relato, hoy Dios tiene motivos más que suficientes para pensar lo mismo.

Aunque uno no fuera creyente, la Biblia es una obra genial, cuya sabiduría no es bueno pasar por alto. Cuando el profeta Jonás anunció a la ciudad de Nínive que, si no se convertía, sería destruida por Dios en cuarenta días, sus habitantes le hicieron caso y no se cumplió el castigo. Aunque algunos se rían de lo que estamos escribiendo, no deberían tomarlo a broma. Me atrevo a decir que si no nos convertimos, si no cambiamos como Dios quiere, vendrán tiempos mucho peores.
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