Coronas de bronce

03/03/2020
 Actualizado a 03/03/2020
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Antes de tenerla Saúl Ordóñez a la carrera la tuvo el coronavirus en el Bierzo, a la misma velocidad, pero sobre distinto suelo. La comarca subía al pódium en casos declarados en la región del puñetero viajero con un bronce, la misma medalla que consiguió el atleta de Salentinos en los nacionales, y estar en uno de los tres escalones de la élite siempre parece un premio. Esta vez no lo era, y un camionero con convulsiones se ha convertido en eje central de las conversaciones bercianas, tapizado por una espesura de reconversión, que de eso sabemos, en cientos de personajes omnipresentes dentro de un halo fantasmagórico que presume de capacidad de invención. Es fácil hablar de un virus que mata, aunque sea con un 0,3% de capacidad para hacerlo, pero acerca un poco a la extinción. Por momentos es el liquidador, solo hace falta sintonizar alguna cadena de las que de un suceso hace una excelente oportunidad. Donde hay miedo hay caldo accionarial. Donde hay miedo+ ignorancia, hay un robo lícito que perpetrar sin nocturnidad y a cara descubierta. Tras el paso del bronce cuesta coger el vaso del compañero, huntarse el dedo con saliva para pasar las páginas del periódico con fluidez, o coger los billetes de las vueltas. El porcentaje de cambio de vida que permite la tal corona es mucho mayor que su instinto asesino. Se queda en el 300% y subiendo si ya estás mirando el botiquín casero para localizarmascarillas en la dotación elemental. No podemos escapar de rozar el tema –si no nos estornuda, claro-. Pero en el Bierzo somos grandes moldeadores de circunstancias y nos quitamos los guantes para coger el volante de un tractor desde el que gritar, vía claxon, que queremos ser lo que somos, un campo «valiente»que mira al cielo, sin saber de oraciones, para comprobar que la cosecha está a salvo. La vacuna para no hacerlo seguro que llega más tarde que la del COVID-19, pero el Bierzo seguirá esperando, tocando el claxon.
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