24/12/2017
 Actualizado a 12/09/2019
Guardar
De entre las muchas tradiciones populares vinculadas a la Navidad quizá la más genuinamente leonesa sea la de las corderadas, que algunos de nuestros pueblos han tratado de recuperar en los últimos años. Se trata de representaciones de la Natividad, acompañadas de canciones populares que se sitúan en el origen de nuestros villancicos, protagonizadas e interpretadas por pastores. Incluían el ofrecimiento de una cordera con fines de rogativa o agradecimiento, como el ramo, y de ellas se conservan no pocos textos que se remontan a finales del siglo XVII o principios del XVIII, herederos de antiquísimos Autos sacramentales y también de representaciones de factura profana que Moratín, en los ‘Orígenes de teatro español’ sitúa en el siglo XI.

La figura del pastor, el Abel preferido por las Escrituras frente al agricultor Caín, la profesión de gigantes patriarcas del Antiguo Testamento como Abraham o Moisés, ya había perdido su dignidad en los tiempos del nacimiento de Jesús, en una sociedad sedentaria, agrícola y llena de oficios. Este es el sentido de que el Mesías, el buen pastor, naciese en un pesebre, y que fueran precisamente los pastores los primeros en recibir el anuncio y en adorarle.

En los pueblos leoneses en los que se representaban las corderadas, el campesino también veía a los pastores a sueldo como sujetos marginales, que vivían habitualmente fuera del pueblo, durmiendo al raso y comiendo sopas de ajo con sebo, y al margen de la vida social y de las actividades religiosas colectivas. En este contexto, la Nochebuena era para los pastores el momento más significativo del año, que les permitía salir del aislamiento para ocupar una posición central, y en el que la Iglesia se abría para ponderar su presencia fundamental en el inicio de la vida de Cristo.

Merece la pena revisar estos viejos Autos, de Ribera de la Polvorosa, de los Oteros, Zotes, Izagre, Villamarco, Rucayo, Mansilla de las Mulas, Bercianos o Villabraz, cuyos anónimos autores no sólo destacaron que este colectivo humilde y marginado fuera el primero en acoger la noticia del nacimiento del Salvador, sino también que la razón por la que esto fue así es que no había casa ni posada disponible para que naciera en otro sitio más civilizado. Quizá ahora, en medio de la Navidad del cava y los anuncios de perfume tampoco tengamos sitio para Él, y quizá sigan siendo los humildes y los marginados los que mejor acojan la noticia del amor de Dios y de que una humanidad basada en el amor al prójimo es posible. Feliz Navidad.
Lo más leído