Corazones enterrados

Este sábado visitaremos el Parque Nacional de Badlands acompañado del libro ‘Enterrad mi corazón en Wounded Knee’ de Dee Brown

Alfonso y Óscar Fernández Manso
27/07/2019
 Actualizado a 11/09/2019
Depósitos geológicos que contienen ricos yacimientos fósiles.
Depósitos geológicos que contienen ricos yacimientos fósiles.
En Wounded Knee se enterró el corazón de toda una cultura pretérita. Finalmente el hombre blanco se desparramó por el territorio de los búfalos. Los corazones de los indios no fueron tan fuertes como para impedirlo. Tatanka Yotanka (Toro Sentado) lo sentenció: «Ciertamente esta nación de hombres blancos es como una riada de primavera que se desvía de su propio cauce y destruye todo cuanto encuentra a su paso».

Lo ocurrido el 29 de diciembre de 1890 en las cercanías del arroyo de Wounded Knee ha sido relatado en infinidad de ocasiones. Aquel terrible día cientos de hombres desarmados, mujeres y niños pertenecientes a la nación sioux fueron abatidos por un destacamento del Séptimo de Caballería. La frontera del Oeste desapareció en aquella fecha simbólica y los indios enterraron en Wounded Knee sus corazones para siempre.

El último verso de un poema de S. V Benét, «Yo no estaré allí. Me alzaré y pasaré. Enterrad mi corazón en Wounded Knee» da el título al libro de Dee Brown sobre la destrucción de las tribus indígenas de Norteamérica. Un libro que tiene entre sus escenarios los bellos y escarpados paisajes del Parque Nacional de Bandlands. El Parque Nacional Badlands está localizado al suroeste del estado de Dakota del Sur, al norte de las Grandes Llanuras. Es un Parque que ofrece paisajes erosionados (oteros, pináculos y flechas). Estos llamativos depósitos geológicos contienen uno de los yacimientos fósiles más ricos del mundo. Mamíferos antiguos, como el rinoceronte, el caballo y el tigre diente de sable, vagaban aquí. Las cien mil hectáreas del Parque protegen una extensión de praderas de pastos mixtos donde hoy viven búfalos, borregos cimarrones, perros de las praderas y hurones de patas negras.La historia humana de los Bandlands es el paradigma de la historia de Estados Unidos. Una historia de genocidio y de extinción. Los «pieles rojas» fueron sustituidos por los «rostros pálidos», el ganado domesticado sustituirá a las inmensas manadas salvajes de búfalos. Durante diez mil años, los indígenas utilizaron la región como terreno de caza, los estudios arqueológicos y etnográficos realizados en el Parque, indican que estas tribus vivían en los valles por donde pasaban aguas corrientes y donde había caza en las cercanías durante todo el año. Durante milenios, escribe Dee Brown, en el verano, indios y búfalos hicieron de estos parajes su santuario. Los primeros daban muerte sólo al número preciso de animales que necesitaban para hacer acopio de provisiones para el invierno: la carne seca, para hacer tasajo; el tuétano y la grasa, en odres, para el consumo; los tendones para sus arcos y los cuernos para la fabricación de cucharas y demás utensilios domésticos. El pelo de los animales era tejido; el cuero, curtido y empleado en la fabricación de prendas de vestir, alojamientos y mocasines.Hacia el final del siglo XIX, llegaron a los Badlands colonos europeos y el gobierno de los Estados Unidos forzó a los pocos indígenas que sobrevivieron a vivir en reservas. Alce Negro, un indio sioux, sabio y visionario, lo expresó así: «No supe entonces cuánto se había perdido. Cuando miro atrás desde las alturas de mi senectud, vienen a mí todavía las imágenes de las mujeres y niños asesinados, amontonados y dispersos por la escarpada garganta. La escena horripilante se me ofrece tan vívida como entonces. Y me doy cuenta, ahora, de que algo más murió también en aquel barro sangriento y fue enterrado luego por la tormenta. Allí acabó el sueño de un pueblo. Era un hermoso sueño. Se ha roto el collar de la nación y las cuentas se han dispersado. No queda ya simiente alguna y el árbol sagrado ha muerto».En el Parque Nacional Badlands se pueden visitar aquellos lugares donde se celebraron las últimas ‘Ghost Dances’ (danzas fantasmas). En 1890 miles de indígenas ilusionados llegan a la zona siguiendo al mesías indio Wovoca. Si bailaban la ‘Ghost Dance’ vestidos con las ‘Ghost Shirts’ (camisas fantasmas) que les harían invulnerables a las balas, conseguirían hacer desaparecer al hombre blanco y recuperar sus terrenos de caza.

Las palabras del profeta Wovoca llegaron a todas las naciones indias: «Todos los indios deben danzar; en todo lugar, seguir la danza. Muy pronto, con la próxima primavera, vendrá el Gran Espíritu. Traerá caza de toda clase. Abundarán las piezas por todas partes. Todos los indios muertos regresarán y revivirán entre nosotros. Serán fuertes como nuestros jóvenes bravos y resplandecerá en ellos la juventud. Cuando el Gran Espíritu venga a nosotros, los indios todos subirán a las montañas, a lo más alto y alejado de los blancos. Éstos no podrán hacerles daño. Los hombres de la medicina dirán a los indios que dancen y que corran la voz de que así debe ser para que lleguen tiempos mejores. Quienes no participen en la danza, no crean estas palabras, crecerán poco, apenas un palmo, y así se quedarán. Otros se convertirán en madera y serán pasto de las llamas». Una de las últimas ‘Ghost Dances’ tuvo lugar en la South Unit del Parque Nacional Badlands poco antes de la masacre de Wounded Knee.

Dee Brown se propone con su libro ‘Enterrad mi corazón en Wounded Knee’ contrarrestar la historia construida por el hombre blanco, las dominantes narraciones de los vencedores. Muy raramente llegó a oírse la voz de un indio, la voz de los vencidos. A medida que la cultura y la civilización del indio americano iban desapareciendo se construyeron los grandes mitos del Oeste: las narraciones de cazadores de pieles, exploradores, buscadores de oro, jugadores, pistoleros, soldados, vaqueros, misioneros y colonos. Dee Brown construye una narración de la conquista del Oeste «según fue vivida por sus víctimas y valiéndome de sus propias palabras en lo posible». Como decía Lobo Amarillo, un indio citado por el autor en el libro: «Los blancos contaron sólo una parte, la que les placía. Dijeron muchas cosas falsas. Sólo sus mejores proezas, sólo los peores actos de los indios, eso es cuánto ha contado el blanco».

El final de civilización india lo expresa Dee Brown con las palabras de Satanta, jefe de los Kiow: «He oído que tratáis de llevarnos a una reserva próxima a las montañas. Yo no quiero establecerme allí. Me gusta vagar por las praderas. En ellas me siento libre y feliz, pero cuando nos confinemos palideceremos y moriremos. He dejado de lado mi lanza, mi arco y mi escudo y, aun así, me encuentro seguro en tu presencia. Hace mucho tiempo, esta tierra pertenecía a nuestros padres; ahora, cuando me acerco al río, descubro la presencia de soldados en sus orillas. Estos soldados cortan nuestra madera, matan nuestros búfalos, y cuando contemplo estas escenas, mi corazón parece querer saltar del pecho». Los corazones de los kiow, como los del resto de las naciones indias, saltaron de sus pechos, perecieron. Todos estos corazones están enterrados hoy en Wounded Knee.
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