Contra el vicio de atropar

29/04/2021
 Actualizado a 29/04/2021
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Recuerdo una vieja historia que nos contaba el maestro en la escuela para explicarnos la diferencia entre lo que necesitamos y lo que acumulamos por cultura de guardar, primer escalón de la avaricia.

Viajaba un hombre por el desierto, con su todoterreno, los bidones de agua, ropa apropiada y se cruzó con un beduino –no sé si porque lo era o porque nos encantaba esta palabra– que solo llevaba unas sandalias, una especie de calzón y sus gafas de sol. «No necesito más», le explicó.

Días más tarde volvieron a cruzarse. El hombre del todoterreno con el mismo ‘equipaje’, el beduino con sus sandalias y su calzón.

– ¿Y las gafas de sol?, le preguntó al darse cuenta de que ya no las llevaba.

– Pesaban mucho; dijo aquel caminante por el desierto sin detenerse.

Todavía hay gente, buen ejemplo son los peregrinos, que sigue dejando lo que ya no necesita. De su equipaje o de sus pertenencias. Hay quien puede emprender el Camino pensando que le cantará a la luna y a los amaneceres, que amenizará las veladas... y se da cuenta de que lo único necesario para hacer el Camino es caminar, tan simple. Y posa su guitarra, otro vendrá que la guitarra tocará.

Mientras tanto, fuera del Camino, lo que se impone es ‘atropar’.
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