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Contra científicos

27/11/2019
 Actualizado a 27/11/2019
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No se conformaron con lo grande, con lo más grande, con lo inmenso: lunas, planetas, estrellas, galaxias, constelaciones. Cualquiera se hubiera empachado con tanto universo. Pero ellos no. Volvieron su interés hacia lo más pequeño, lo diminuto, lo microscópico: átomos, átomos rotos, partidos en electrones y partículas nano. Se volvieron avaros.

En la mitad, el hombre, como lo concibió Pascal: «Un todo frente a la nada, una nada frente al todo. Un medio entre todo y nada». No hay científico capaz de medir esta tensión del ser humano entre los extremos, la nada, el todo, lo grande, lo pequeño, no saber. No vale la ciencia para desentrañar esto. Y sin embargo, esto es lo que más cerca nos toca.

Una vez abandoné una clase de Filosofía, en la Facultad de Filosofía (algo, por lo demás, bastante habitual), porque el profesor sentenció que la ciencia era lo mejor que le había pasado al ser humano. Quizás para saber a qué grados hierve el agua. La ciencia es un método para aprehender la realidad. También se aprehende mediante la metafísica, la mística y la poesía.

La poesía le da mil vueltas a la ciencia en cuanto la realidad se acerca al hombre. Y dudo si no sería también capaz de vencerla en su terreno. Leo versos, aún sin vestir, de Ruth Miguel: «La materia tiene cuatro estados […] El tercer estado es el que tiene la carne antes de la herida». Qué venga un hombre de bata blanca a mejorar esto. «La materia tiene cuatro estados (tres y medios si el pájaro está herido)».

Creo que la ciencia, primero, desacralizó el mundo; después, lo ha deshumanizado. Puedes comprender al hombre como amasijo de músculos, cartílagos y tendones, sobre una estructura de esqueleto óseo, todo ello animado por un sinfín de reacciones químicas, pero esto no te permitirá intuir la íntima realidad del ser humano, la que revela Antonio Manilla sin necesidad de más de un solo verso: «Este pasar y ser al mismo tiempo». (Manilla presenta su ‘Suavemente ribera’, mañana a las siete, en Madrid).

Nada tengo en contra de la ciencia, salvo la pretensión de los científicos de apropiarse de todo, creerse sabios. Por suerte, volviendo a Ruth: «Nadie tiene razón en las cosas de este mundo».

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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