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Contigo no, pequeñín

22/09/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Entre el horror, el espanto y el cabreo nos hemos quedado esta semana al hacerse público el grave caso de acoso escolar que durante años ha estado sufriendo un alumno del Colegio Maristas San José de León. Un niño al que desde los 5 años sus ‘compañeros’ le quitaron de cuajo las ganas de ir a clase a base de golpes, de patadas, de balonazos, de humillaciones.

Tras pasar (como si no) por tutorías, por el despacho del director del centro, por la Inspección de Educación, los padres del pequeño ‘Antonio’ acudieron –desesperados, supongo– al Procurador del Común, que es una institución que no se sabe muy bien para qué funciona pero que al menos ha logrado hacer el suficiente ruido como para que nos hayamos enterado del drama que vive esta familia. El defensor autonómico ha emitido una resolución en la que viene a pedir a la Junta que preste más atención al acoso escolar en los colegios concertados. El informe elaborado –que lamentablemente sólo habla de «supuesto acoso»– es realmente espeluznante: detalla las perrerías que ha padecido este pequeñajo durante años (sin que nadie pusiera remedio) y detalles tan vergonzantes como que para el colegio no era un caso de acoso escolar «porque eran agresiones puntuales en las que no participaban los mismos niños».

No faltarán quienes aprovechen ahora para apedrear por esto a la Junta, al tiempo, pero lo interesante sería determinar qué responsabilidad tiene un centro escolar que consiente una situación tan terrible y continuada (ignorar no es impedir), o un director que sugiere a los padres de la víctima que lo cambien de colegio, o los que cerraron sin consecuencias el expediente abierto a dos de los monstruitos que han tenido aterrorizado al niño.

Lo ha recordado el consejero: no aquí (aún), pero estos casos provocan suicidios.

Y qué valor el colegio, que nos tranquiliza contándonos que tienen un protocolo de protección a la infancia que se llama ‘Contigo’. Se ve que con ‘Antonio’ no...

Al final, estoy con el abogado Paco Saurina: los acosos, al juzgado, y siempre por la vía penal. Tristemente, puede ser la única forma de que algunos animales cobardes –y sus responsables– sepan que no vivimos en la selva y que no todo vale.
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