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Contadme más cuentos

18/12/2019
 Actualizado a 18/12/2019
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Viví una infancia sin libros y fui feliz, muy feliz. En mi casa no había libros. El único libro que recuerdo es una Vida de Moisés que me regaló mi abuela Isabel. Tampoco se leía en casa. Mis padres bastante tenían con trabajar. Estaban empeñados, en ambos sentidos, en salir adelante y en pagar al banco. Quién iba a tener humor para leer cuando los préstamos se concedían al 19% de interés. Quizá, uno empiece a leer para olvidarse de eso. El único que leía era mi abuelo Juan, las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, novelas del oeste en las que la justicia se aplicaba a base de “soga y plomo”, como me dice Pedro “Barril”. Se las vendimos todas, mi primo Juan y yo, un jueves de mercado, igual que a Don Quijote se las quemaron el cura y el barbero. Lohicimos por dinero, lo confieso, no porque nos preocupara la salud mental de mi abuelo, que nunca salió a la calle con revolver, aunque cuentan que su madre lo llevaba bajo la saya.

Mi infancia feliz, sin embargo, no estuvo huérfana de historias, al contrario. Parte de esa felicidad que llevaba conmigo la encontraba en los cuentos que mi madre y mi abuela, sobre todo, me contaban. Como fui un niño mal comedor, me tuvieron que contar muchos cuentos y aun así, seguí delgado, escuálido más bien. Sabían muchos cuentos y cuando dejaban de saber, los inventaban. Nunca le di importancia, bien parece una trivialidad, pero ahora que yo también invento historias, conozco su valor. Me crie en la tradición oral, como la de los antiguos aedos que de corte en corte, incluso ciegos y sin palabra escrita, con la voz, el ritmo y la memoria fueron capaces de componer la Ilíada y la Odisea.

Para un niño un cuento es como una oración en la que no se puede equivocar una sola palabra ni su orden. Es importante la memoria de quien cuenta y de quien escucha, sólo así se produce la magia. Me temo que estamos perdiendo la memoria y con ella la paciencia. Hemos externalizado la hermosa misión de contar cuentos a los niños, de conservarlos para ellos. Móviles y tablets suplantan a los padres. Les propongo ser por un rato quijotes contándole un cuento a quien tenga al lado, da igual su edad. Aquí les dejo el mío: https://www.lanuevacronica.com/un-cuento-de-oscar-m-prieto-para-felicitar-la-navidad

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.
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