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Consuelo profesional

12/11/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Me recrimina un vecino –no voy a decir cuál, con el pecado es bastante– que lo saco mucho en estas columnas, como dejando entrever que lo hago sin su consentimiento. A lo mejor estoy yo sensible con la demonización de los ‘mass media’ por parte de la sociedad, pero es cierto y así me lo dice, «David, que me sacas mucho».

Sin embargo, no acierto a distinguir y tampoco pregunto si eso es bueno o malo, si le gusta o no. Es una cosa que también aprendí de mi ideóloga de referencia, la tía Erótida, que decía que «el que pregunta lo que no debe escucha lo que no quiere». Y como yo no quiero quedarme sin personajes, que tampoco me sobran, es cierto que en este caso me pasó la deontología profesional por el arco de triunfo y no pregunto al aludido, no vaya a ser.

Pero está justificado y me explico. Imagine que en un alarde de rigor periodístico me decidiera a preguntarle. Una vez obtenida la respuesta, siguiendo con lo que dictan los cánones, tendría que contrastarla, y la única fuente que se me ocurre para ello sería su mujer, que esa ya que me ha dejado claro no quiere saber nada de estos asuntos. Entonces, ante la falta de testimonios, tendría que utilizar mis habilidades en el oficio para discernir si me está engañando o es sincero. Es muy posible que falle en el veredicto, con lo que el resultado podría ser el mismo que si no hubiera preguntado o incluso peor, porque entonces estaría de nuevo en el punto de partida, pero con un lector/personaje/vecino cabreado por haberle molestado y por torpe.

Con todo ello, en resumen, solo quiero dejar claro que en esta columnas ni se saca mucho a nadie ni como ha quedado suficiente demostrado, que se diría en los juzgados –toco madera–, se obvian las buenas prácticas informativas. Ahora que, personalmente, la mayor conclusión a la que he llegado es que las enseñanzas de la tía Erótida no caducan. «El que no se consuela es porque no quiere», me habría dicho en este caso.
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