Consuelo, la matriarca de León

Consuelo Martínez hará en mayo 108 años, lo que la convierte en la matriarca de la provincia, no solo por edad, más por su sabiduría, recuerdos, templanza y otra de esas biografías ejemplares que repasa desde la tranquilidad de su pueblo, Santovenia de San Marcos

Fulgencio Fernández
08/03/2020
 Actualizado a 08/03/2020
Consuelo a la puerta de su casa en Santovenia de San Marcos, "a ver si sale el sol y paseo más". | MAURICIO PEÑA
Consuelo a la puerta de su casa en Santovenia de San Marcos, "a ver si sale el sol y paseo más". | MAURICIO PEÑA
Cuando preguntas por Santovenia de San Marcos te responden con otra pregunta: «¿Los Altos?» y la respuesta debe ser sí. Porque desde Soto y Amío, municipio al que pertenece, vas continuamente subiendo hasta que la carretera desembocar en Santovenia, un pequeño pueblo de gente tan amable como conversadora.

- ¿Cuántos habitantes sois?
- Ahora, en invierno o lo que sea este tiempo que tenemos, veinte. Y yo la más joven, con 45 años, después ya nos metemos en jubilados y la media de edad sube mucho. Yfelices que estamos de que la suba Consuelo, que para mayo hace 108 años y creo que es la más vieja de la provincia.

Mientras hablamos suena una moto y pronto nos avisan: «Bueno, éste también la sube, ahí lo tienes, en moto y con 97 años». Tan sorprendente como la longevidad de Consuelo es la agilidad y aspecto de Fidel, que él es el motorista que camina para centenario.

- Hola, soy Fidel, hombre de pocas palabras como podéis comprobar, acabo de echar gasolina y voy a ver qué tal va.
- La moto parece antigua.
- Lo es, pero es americana y los americanos ya sabes que estas cosas las hacen muy bien.

Haciendo honor a la ironía de hombre de pocas palabras Fidel te cuenta historias de su vida de ganadero, de viudo, de jubilado, de motorista. «Me viene muy bien la moto porque tengo una hermana en la residencia de Riello y puedo ir a verla cuando me apetezca, sin necesidad de contar con nadie...

Y se va. Acelera y la moto sube las cuestas de pueblo demostrando que los americanos no la han hecho mal.

Al final de la cuesta que subía Fidel y de un amplio corral está la casa de Consuelo, la matriarca de León, camino de los 108 años. Mira por la amplia ventana de la cocina y musita la única petición que la hace a la vida: «A ver si viene el buen tiempo, si sale el sol, para salir a dar un paseo por el corral y desentumecer un poco...».

Y es que Consuelo no tiene ninguna queja de su salud, ni siquiera de alguna dificultad para oír. «Tomo una pastilla para la tensión y nada más, ni otro medicamento».

Al lado de la mesa desde la que ve la televisión, sin gafas, descansa una cacha que no coge cuando le pedimos que salga a la puerta para hacerse una foto. «Es que no está acostumbrada, hasta hace nada ni la usaba, siempre se arregló sin ella», explican los dos sobrinos que la acompañan. «Nos vamos turnando para que no tenga que marchar del pueblo pues ella lo que más quiere es estar aquí, ver los montes, dar un paseo, saludar a los vecinos». No quiere que los sobrinos le arreglen una habitación en la planta baja, ella quiere seguir haciendo su vida como siempre y subir cada día las escaleras que la llevan hasta la cama. Se acuesta pronto pero también madruga, para disfrutar el día.

Y así puede vivir en Santovenia de San Marcos, donde nació el 20 de mayo de 1912, donde ha visto desfilar más de un siglo y todos sus avatares. Una infancia corriendo por las calles y ayudando en casa, la escuela, guerra —la única palabra que le hace agachar la cabeza y como que le quita las ganas de hablar de ella—, las cartillas de racionamiento, el comprar en la tienda del pueblo y apuntar en la libreta, como se hizo toda la vida...

- ¿Y además de en casa trabajó en algo?
- En los pinos.

Recuerda con nitidez cómo salían al amanecer, andando, muchas veces sobre la nieve, hasta coger los camiones que las llevaban hasta Camposagrado, donde durante años plantaron miles de pinos. «Eran para el Estado. Al principio íbamos andando por el monte, después en los camiones. Era un trabajo duro, unos días plantar, otros podar y quemar las ramas, que no ardían porque no estaban secos y a base de insistir. Fueron unos cuantos años».

- ¿Trabajaban muchas mujeres en la plantación?
- Muchas. Venían muchas de la zona esa de Carrizo, ¿sabe dónde está?, pues muchas. Las mujeres por aquí siempre hemos trabajado, de toda la vida.

Lo sabe bien esta mujer menuda y cercana, con una excepcional memoria y recuerdos acumulados, otra leonesa que se aferra a su tierra y a su pueblo, que le gusta ver los montes y a los vecinos desde su ventana y tiene el privilegio de poder hacerlo.

Seguramente por ello sigue cumpliendo con su rutina y sus obligaciones y fue noticia en mayo cuando acudió a votar, ya con 107 años.
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