"Conservarlo todo sería un disparate; no podemos fosilizar un territorio"

Paz Benito, la catedrática de la ULE más citada en su campo, habla sobre el patrimonio industrial leonés, su presente, pasado y probable futuro

Clara Nuño
23/04/2023
 Actualizado a 24/04/2023
La catedrática de Geografía Humana, Paz Benito del Pozo, en su despacho | L.N.C.
La catedrática de Geografía Humana, Paz Benito del Pozo, en su despacho | L.N.C.
Ahora sólo quedan los restos, el rastro de lo que fue una industria entera convertida en ruinas y recuerdo. Algunas fábricas han dejado el hueco, un solar vacío aprovechado para instaurar una empresa nueva. Otras han demolido las torres de sus térmicas bajo el ojo espectador de los que crecieron a su sombra. Muchas simplemente se han quedado en su sitio, devoradas por el paso del tiempo, la maleza y la rapiña de quien pasaba por ahí. Las menos se han protegido, convertidas en museos del ayer, como la Ferrería de San Blas, en Sabero, transformada en la pinacoteca de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León. Un complejo, con altos hornos de cok y cuya nave de laminación posee una singular arquitectura neogótica, que se ha erigido en uno de los elementos más significativos del patrimonio histórico industrial de la Comunidad.
Se trata, por supuesto, del legado de aquel fenómeno histórico reciente conocido popular mente como ‘la revolución industrial’, que desplegó sus alas en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XVIII para extenderse con rapidez por Europa Occidental y la América anglosajona.En España, buena parte de su impacto puede rastrearse en las cuencas mineras asturiana y leonesa, que empezaron a cerrarse y decaer entre fines del siglo pasado y principios de los 2000. "El patrimonio industrial hunde sus raíces en un problema territorial de gran calado como es la desindustrialización de las regiones de tradición industrial en declive, es decir, aquellos espacios que fueron escenario de la Primera y la Segunda Revolución Industrial en Europa y en América del Norte", explica en una entrevista con La Nueva Crónica, Paz Benito del Pozo, Catedrática de Geografía humana en la Universidad de León (ULE). El sentir de la sociedad, la toma de postura por parte de los ciudadanos y colectivos sensibles con el patrimonio, debe ser tenida en cuenta. Así, para ella, el cierre de minas de carbón y otros minerales, de fábricas de hierro y acero, de industrias textiles y de un amplio abanico de actividades productivas a lo largo de los años de 1980 y 1990 generó un gran volumen de fábricas abandonadas. "Y esto era un problema territorial de primer orden, que afectaba al paisaje, a la ordenación del territorio, a las ciudades y al medio ambiente", apunta Benito, que se encuentra entre los estudiosos del tema más reconocidos y citados de España según una publicación reciente de la revista científica ‘Cuadernos Geográficos’ de la Universidad de Granada.Benito lleva estudiando la desindustrialización española casi desde su corazón, puesto que en su tesis doctoral –defendida en 1990 en la Universidad de Oviedo– ya analizaba este tipo de problemáticas enfocadas, en concreto, en el caso de Asturiasen un momento en el que, aproximadamente, daba comienzo el paulatino desmantelamiento de la industria minera en España, tal y como señalaba Roberto Fernández, director del museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León al ser consultado por este periódico: "Si tenemos que fijar una fecha, yo diría que en torno al 90 como número de referencia, aunque ya había empresas pequeñas que habían cerrado y patrimonio antiguo muy disperso y muy abandonado", explicaba Fernández. "Ha sido un goteo de cierres", continuaba, "un patrimonio que, poco a poco, se ha ido abandonando porque no había una conciencia social de la importancia como testimonio de una actividad, y de un pasado, que tiene mucho valor",ilustraba el especialista.Sería más tarde, a mediados de la década de los noventa, cuando Benito comenzara a interesarse en profundizar en el estudio de la herencia industrial. "Fue entonces cuando comenzaban a difundirse los primeros trabajos internacionales sobre la idea de que las ruinas industriales podrían ser parte de nuestro patrimonio cultural", recuerda Benito. En aquellas fechas, a las puertas del siglo XXI, la participación en congresos y reuniones científicas sobre patrimonio industrial, tanto en Europa como en España, serían cruciales para reforzar su inquietud personal sobre el tema, trabajando en el Departamento de Geografía de la ULE, al que se incorporó en 1996, y en el grupo de investigación ‘Invester’, del cual es fundadora y directora desde 2005 y cuyo trabajo ha alcanzado el mayor impacto por número de citas referidas a los estudios sobre el legado de la industrialización contemporánea española, ocupando el puesto de los autores más citados. En la actualidad, dirige dos tesis doctorales quese centran en la relación minería-industria en la Montaña Leonesa y su legado patrimonial, la primera y, la segunda, en la importancia del patrimonio ferroviario en la zona centro-oriental de la provincia.Pese a todo, cuenta Benito que es reticente a las entrevistas en prensa, que la exposición en los medios no le gusta, que ella trabaja discretamente, sin hacer ruido. Sin embargo, en el momento en el que se graba la conversación que queda plasmada en estas páginas, interrumpirá su actitud reservada. Al menos por una vez:-Hablemos del estado de la cuestión, ¿Cómo se encuentra, a su juicio, el tema de la preservación del Patrimonio Industrial en León –y España–en la actualidad?-Al arrancar el siglo XXI ya está extendido el interés académico y científico por los estudios sobre espacios que acumulan ruinas industriales; y la sociedad también comienza a tomar conciencia del valor que tienen esas viejas fábricas abandonadas y en ruinas que atestiguan un pasado de progreso y mentalidad moderna. Por su parte, las instituciones oficiales competentes en patrimonio cambian su actitud (digamos que por presión de colectivos culturales, agrupaciones vecinales...) y asumen la necesidad de conservar y proteger el legado industrial histórico, sobre todo a partir de 2001, un año importante porque entra en vigor en España el primer Plan Nacional de Patrimonio Industrial. Y las comunidades autónomas inician o completan sus inventarios de este tipo de bienes culturales y revisan la legislación al respecto. Desde la ULE mi equipo de investigación intensifica sus trabajos y publicaciones sobre esta materia y, gracias a ello, hemos contribuido activamente a situar en el centro de la investigación la dimensión territorial del patrimonio industrial, más allá del monumento.- Enlazando con el tema de la dimesión histórica y territorial, ¿Será León capaz de rentabiliza y/o cuidar su patrimonio industrial?-León, como la mayoría de las provincias con un pasado industrial y minero, dispone de elementos patrimoniales abundantes y singulares, sin duda. La iniciativa de la Junta de Castilla y León de realizar en su día un inventario de este tipo de bienes es un paso muy importante, pero se necesita apoyo financiero y voluntad institucional para conservar, restaurar y poner en uso el patrimonio minero e industrial, que si no se mantiene en buen estado de conservación tiende a desaparecer. Incluso los edificios y elementos restaurados, si no se les da un uso vuelven a deteriorarse y pueden quedar, por segunda vez, en estado ruinoso. Por otra parte, es evidente que no todos los restos industriales tienen el mismo interés patrimonial. Para determinar qué se conserva y protege existe un Plan Nacional de Patrimonio Industrial del Ministerio de Cultura que fija los criterios y sirve de guía en la toma de decisiones. No obstante, esa voluntad de proteger y conservar no siempre fructifica y muchos elementos interesantes se destruyen.-¿Cuáles son los bienes de Patrimonio más importantes –o representativos– que tiene León, a su juicio, y qué se está haciendo con ellos? ¿Cómo se están protegiendo? -El repertorio de elementos del patrimonio industrial leonés es amplio y variado. Gran parte están ligados a la minería del carbón: pozos, castilletes, salas de máquinas, maquinaria ferroviaria, estaciones abandonadas; también la producción de energía eléctrica está bien representada: fábricas de luz, centrales eléctricas y térmicas. Sobre el sector energético, el Museo de la Energía de Ponferrada es un ejemplo de recuperación y puesta en valor. Sobre centrales térmicas, hace poco se derribó la de La Robla...ahora se discute el futuro de la central de Compostilla II, en Cubillos del Sil. En el debate hay que introducir yo creo una reflexión: primero, ¿la central tiene elementos de representación y singularidad que justifiquen su conservación?; segundo, si conservamos ¿hay un plan de mantenimiento y puesta en valor viable y fiable? Porque el papel lo soporta todo...pero el territorio NO. Si la central fuera declarada BIC la protección estaría asegurada y avanzar en su conservación sería más fácil. Aunque no se garantiza la reutilización del bien protegido.

-Metámonos de lleno en la problemática concreta que hay con la central térmica de Compostilla II. Lleva en un estado de desmantelación paulatina desde 2008, aunque su estructura apenas ha sufrido daños. El asunto de actualidad es la futura demolición de sus torres, que –como decías–fue pospuesta por la Junta con la intención de declarar BIC al conjunto, pero esto finalmente fue desechado y ahora se espera otra fecha para su demolición, ¿qué propondría usted en esta cuestión?

-Conservar con fundamento es defendible. Los edificios industriales tienen sin duda interés cultural. Pero no todos pueden permanecer en pie, hay que seleccionar con criterio. El sentir de la sociedad, la toma de postura por parte de los ciudadanos y colectivos sensibles con el patrimonio debe ser tenida en cuenta.

-En un capítulo delibro colectivo publicado en 2016, ‘El patrimonio industrial en León:, marco de gestión, intervenciones de contraste e impacto en el territorio’, escribes: "¿Merece la pena respetarun edificio industrial representativo y auténtico (y bello, por qué no) heredado de una época relevante e integrarlo en los paisajes de presente? Los resultados de las numerosas intervenciones realizadas en los más distintos países y territorios avalan una respuesta afirmativa", ¿podría desarrollar este punto?

-Cuando volvemos la vista a otros países y vemos qué hacen con su patrimonio industrial encontramos de todo: intervenciones desatinadas, aciertos plenos y olvidos injustos. Ningún país actúa con total acierto; y desde luego, ninguno conserva toda su herencia industrial y minera. Eso también sería un disparate: no podemos fosilizar el territorio. Creo que el equilibrio está en aplicar los criterios que antes he citado, que cada sociedad (sus agentes institucionales, sociales, ciudadanía) resuelvan la selección más ajustada al valor de su legado y conserven y den nuevo uso a esos elementos que quieren dejar como testimonio a las generaciones futuras. Una muestra sensata y sensible de su pasado industrial, en este caso.

Por último, una figura de protección como la declaración BIC tiene limitaciones: solo garantiza que el elemento o bien patrimonial no se puede destruir, no se puede derribar porque está protegido. Pero ese elemento puede quedar arrumbado, sin intervención alguna durante mucho tiempo...y su deterioro avanza mientras tanto. Esto nos recuerda que proteger no es lo mismo que conservar. Y conservar tampoco implica poner en valor con un uso digno el bien protegido. Ahí sí que hay una responsabilidad de quienes velan por el patrimonio y su conservación. No es admisible ese olvido, esa desidia.
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