16/12/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Circulaba estos días por las redes sociales un chiste muy celebrado cuyo autor decía que por las mañanas, hasta que no se tomaba un café y le llamaban fascista tres veces, no era persona. Podría haberlo suscrito cualquiera de los votantes de VOX de Marinaleda cuyo nombre, cara y domicilio señaló la Sexta poco después de que Pablo Iglesias llamara a sus hordas a la persecución del prójimo. O simplemente cualquier ciudadano que esté harto de pesebres, de autonomías, de hipertrofias administrativas, de acoso fiscal a la clase media y al autónomo, de la demonización del empresario por crear empleo o, lo que es peor, donar millones de euros a la lucha contra el cáncer, de que se incentive a las mafias de la inmigración ilegal para que se instale en los barrios donde no viven los políticos, de que el concepto de nación española no merezca la más tímida defensa por nuestros representantes, de la dictadura mediática, de memorias históricas que sólo miran hacia un bando, de la aversión al cristianismo y la complicidad con el islamismo más retrógrado, de que se promueva el odio al aficionado a los toros o al que mata una perdiz en otoño, de los Goya, de la educación para la ciudadanía, y de lo políticamente correcto en general.

Si usted es uno de ellos ya sabía que en el PSOE no le podían ni ver y que en el PP le odiaban a muerte, pero ahora, además, le llaman fascista tres veces en cada columna de opinión o tertulia radiofónica.

Según una vieja leyenda urbana constantemente reinventada, si se mira al espejo y se pronuncia tres veces el nombre del fantasma de moda se conjura la imagen de su espíritu criminal. Los niños que la escuchan se atemorizan delante del espejo, porque algo dentro de ellos les impulsa irresistiblemente a repetir el nombre maldito. Como ellos, el articulista progre es incapaz de abstenerse, pero a diferencia de los niños, a éste sí se le aparecen los fantasmas: «fascista, fascista, fascista», y surge Pedro Sánchez rindiendo pleitesía al dictador heredero Raúl Castro. «Fascista, fascista, fascista», y aparece Zapatero haciendo el trabajo sucio del dictador Maduro. «Fascista, fascista, fascista», y ven a los etarras de Bildu haciendo presidente a Sánchez. Pero no pueden parar, siguen y siguen y terminan viendo a Carrillo fabricar mártires en Paracuellos.

Y cada vez que lo repiten, VOX sube 10.000 votos.
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