Imagen Juan María García Campal

Confuso con los émulos

20/05/2020
 Actualizado a 20/05/2020
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Estoy ciertamente confuso. Pero como alternativa sana al cabreo. A la vista de algunas noticias de esta última semana, cada vez más frecuentemente me pregunto si también se podrá alojar asintomáticamente el pandémico virus en el cerebro de algunos conciudadanos –no muchos, ciertamente, pero sí muy ruidosos e inentendibles–, o si, por el contrario, –síntomas verbales sí presentan y declaran– se les habrá alojado en el bolsillo o donde acaudalen su parné.

Salvo deplorables excepciones el conjunto de la ciudadanía de aquí, allá y acullá ha seguido disciplinada y pacientemente –esto último, cada cual lo más posible, sin duda– las indicaciones de las autoridades sanitarias y de repente, como que los demás nos hubiésemos virtuosamente enviciado con las medidas restrictivas o nos saliesen los euros por el grifo del agua, ellos –normalmente anti todo derecho, como tal, de ejercicio no obligatorio– de manera espontánea (aquí risas), investidos milagrosamente de temeraria y supuesta sabiduría salen enaltecidos a las calles a defender su libertad –¡ah, madame Roland!– y la ‘econosuya’. Eso sí con el descaro de incluirme a mí en su populista y demagógico «todos los españoles» y apropiándose, cómo no, de la bandera de todos. Nada extraño por otra parte, también pretendieron adueñarse de los muertos de todos. ¡Qué expoliadores para decirse liberales!

Menos mal que, quizás porque soy, como es manifiesto, de los que ya disfruta de esa edad que bien podríamos decir de la inconveniencia o, mejor, de la más cómoda y despreocupada libertad personal, puedo confesar que cada vez que veo un abanderado, sea cual sea el confalón que airee o agite con pretensión de darse empaque, en su sentido de «seriedad, gravedad, con algo de afectación o de tiesura», pero dándoselo, en verdad, en el de «catadura, aire de una persona» (nadie se enfade por lo de catadura, que es simple gesto o semblante), recuerdo un viejo anuncio de lo que hoy diríamos, en fino, unos ‘slips’ y, al menos toda la vida de este pecador libertino, fueron calzoncillos de una u otra manufactura -que varias son y tienen-. Así que, bien pueden suponerse cómo ando en estos tiempos en que una nueva ola de erotismo, perdón –en qué estaría pensando–, patrioterismo nos invade.

Sí, ya ven, ando confuso y memorioso. Cuando los veo tan enaltecidos, tan defensores de sus esencias patrias, no puedo dejar de pensarlos como émulos de Girón de Velasco y su revolución pendiente.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. ¡Cuiden y cuídense!
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