Conflicto en Ucrania. Decisiones inteligentes

Marcos Álvarez Diez
04/03/2022
 Actualizado a 04/03/2022
Asistimos impasibles desde hace unos días a la invasión de Ucrania por las tropas del gigante Ruso capitaneadas por su impertérrito presidente Vladímir Vladímirovich Putin.

Las portadas de los principales diarios escritos, las entradillas de los informativos de las televisiones y las redes sociales nos muestran, minuto a minuto, el horror, a veces olvidado, de las batallas y los bombardeos junto con el miedo anclado en los rostros de los civiles ucranianos buscando refugio en sus asediadas poblaciones. Centenares de miles huyen despavoridos hacia las fronteras con los países vecinos, buscando la seguridad aparente al otro lado de una valla metálica y la sombra de una bandera diferente.

Los invasores aluden a una retahíla incomprensible de razones y argumentos para justificar la barbarie de la guerra: acuerdos incumplidos, rotura del status quo o agresiones a minorías prorrusas. Tampoco es la primera vez que de forma unilateral se anexionan ciertos territorios con excusas similares. En algunas zonas del país el conflicto dura casi ya una decena de años.

El resultado hasta la fecha es el de una desestabilización del equilibrio de bloques en el planeta, la amenaza de una oleada de invasiones de países cercanos a la Federación Rusa y la vuelta del fantasma del cataclismo nuclear que casi habíamos olvidado.

Pero realmente estamos asistiendo en directo a la actitud matonista del líder oficioso de la zona que para imponer su voluntad al resto de los vecinos, hace uso indiscriminado de la fuerza bruta sin importarle los deseos o apetencias del resto.

Putin quiere decidir, en este caso , por los ciudadanos ucranianos e imponerles con quien tienen que hacer negocios, cuál es su rumbo político o la estrategias de alianzas energéticas o de defensa que deben tomar. ¿Recuerdan a ese compañero de clase que imponía con los puños qué juego tocaba ese día en el patio? Extrapólenlo al tablero internacional y encontrarán el paralelismo de forma inmediata. ¿Cuándo podíamos los demás elegir con qué divertirnos en el recreo? Cuando algún profesor mediaba o la dirección imponía al mafiosillo de turno un castigo ejemplar.

En algún momento, tarde o temprano habrá que parar los pies al invasor, si de verdad pensamos que los países y sus ciudadanos tienen derecho a decidir su destino. Y habrá que estar dispuestos a sufrir los enfados del castigado. Aunque, debemos ser inteligentes. Será bueno dejar una salida más o menos honrosa al guerrero porque si se ve asediado y sin salida, el desenlace puede ser catastrófico.
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