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Con subtítulos y comentarios explicativos

05/06/2022
 Actualizado a 05/06/2022
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No sé muy bien qué pasó entre Johnny Depp y Amber Heard. Sé que les vi juntos en ‘Los diarios del ron’, el patético intento del primero por estirar el chicle de Hunter S. Thompson tras ‘Miedo y asco en Las Vegas’ con una de las primeras aventuras –en Puerto Rico en este caso– del ‘padrone’ del periodismo ‘gonzo’. Sé que se liaron, que la cosa acabó mal y que al parecer hubo historias con caca de por medio que no he querido investigar. Por supuesto que sé que ha habido un juicio que enfrentó a los antiguos amantes y que, al parecer, Depp ganó. Aunque luego leí por algún sitio que él le tiene que pagar dinero a ella, aunque mucho menos del que ella le tiene que pagar a él. Lo dicho, un jaleo en el que no me interesa profundizar.

Una cosa me llama la atención. Durante estos días he visto en el contenido patrocinado de redes sociales, anuncios y demás, fragmentos de las grabaciones del juicio. Pero estos extractos eran algo particulares. Primero, porque ocupaban el espacio donde antes estaban estafadores que te enseñaban a ser ‘trader’ y ganar 5.000 euros al mes. Segundo, porque seguían el patrón de subnormalización de los medios actuales: un cebo o ‘clickbait’, un interrogante y la apelación al morbo. «Ella no se esperaba que él dijese eso». O: «Así dejó sin palabras Amber a Johnny». Y cosas por el estilo. Todo con subtítulos y comentarios explicativos.

Pero lo más importante –y tercero–, la presencia constante de asuntos así en los espacios de sociabilización acaba convirtiendo cualquier cosa en banal. En el caso de se hubiese demostrado que Depp maltrató a su ex pareja, la víctima habría tenido que presenciar además cómo su situación era objeto de memes, descontextualizaciones y reducciones a la cochambre más impúdica. En cualquier caso, el dictamen de los tribunales ya se ha visto opacado por el juicio de las redes.

Porque ésa es otra: vivimos en un momento absolutamente binario, por mucho que haya quien defienda que el dos se queda corto, y una situación como ésta es idónea para demostrarlo. Hay que tomar partido: alegrarse por uno o entristecerse por otra. Compartir el meme de otra peña tras una reflexión de dos minutos. Posicionarse de forma acrítica a cuento de un relato extraño que poco tiene que ver con nuestra vida, aunque nos parezca que llena el vacío que hay en ella. Fiarlo todo a que las movidas personales de unos ricos a 9.000 kilómetros nos sirvan para estar menos perdidos y solos.
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