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«Con lo que tú vales y sigues en Astorga»

01/08/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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Desde hace algunos meses llegan para revolver mis entrañas, y mi santa paciencia, bastantes comentarios de ciertas personas que, no sé muy bien por qué, no había escuchado antes. Quizá debido a que, afortunadamente, no había coincidido con ellas. Personas, en su mayoría, que llegaban a dar el llamado por este articulista ‘pésame social’, en este caso tras el fallecimiento de mi madre. Unas condolencias que sirven para rellenar el ridículo protocolo en entierros y tanatorios. Eso que dicta la buena práctica social. No voy a ver sino a que me vean. Y he de decir que el hecho en sí no me parece mal, allá cada uno. Pero se podían abstener sus graciosas majestades de decir estupideces como las que voy a contar aquí.

La verdad es que en el fondo disfruto mucho oyendo (que no escuchando) este tipo de cosas. Veo que la decadencia, el pijerío tontuno y las ‘buenas’ maneras del ayer siguen triunfando en cierto tipo de personas y en generaciones determinadas. Todo eso superdotado con el recalcitrante postureo que todavía hay en lugares como la muy noble Astorga. Aparentar por encima de todo. Esas personas para las que eres una cosa u otra en función de qué seas y a qué te dediques, y no de quién seas o cómo te comportes.

Esta vez la gilipollez que me ha pillado por sorpresa ha sido la cara de póker que me he encontrado cuando a la pregunta ‘dónde vives’ o ‘dónde trabajas’ mi respuesta es Astorga y La Bañeza. A estos dinosaurios de la apariencia les ha parecido muy poco ‘chic’ este extremo. Y los comentarios posteriores anidados con la faz de circunstancia eran lo peor. Escuché casi todas las tonterías que pueden salir de la boca del hombre. Frases como «¿En Astorga; y no te aburres?, mi hijo está en Berlín y dice que no vuelve». Lo que me aburre es verla a y escucharla a usted señora.

Pues no, parece ser que lo que antes era un éxito, salir a estudiar y poder trabajar después en tu lugar de origen, es ahora un fracaso. Hay que estar en Madrid, Londres, París o Berlín para triunfar en la vida. Coño, y yo que pensaba que era un tipo con suerte. Para esta gente por lo visto no. Otra de las frases que consiguieron reunir en mi rostro todas las caras de Whatsapp a la vez fue la de «con lo que tú vales tenías que estar en Madrid». Toma ya. Ahí queda la perla, para la posteridad.

A ver si logro que lo entiendan señores y señoras alias: «la laca para el pelo me está dejando medio lela». Vivo donde nací, trabajo al lado de donde resido. Todo en mi tierra, donde está mi familia, muchos de mis amigos. Tengo la inmensa suerte de ver el Teleno cada día, de poder comer con mi padre, escuchar las historias sobre Maragatería de mi tío. Respiro (de verdad) cada vez que quiero. Me pierdo cuando me da la gana. Siento la tierra del Camino en mis pies, el polvo de la Plata en mis manos. Soy cronista diario de lo que le pasa a mis vecinos, a la gente que me ha visto crecer. Siento el enorme placer de que me paren para decirme que escriba de esto, o de lo otro. Que ayude a difundir las bonanzas de mis pueblos o denunciar las injusticias que sufren los que me rodean… No sé, creo que alguna ventaja hay en todo esto ¿no?

A lo mejor muchos de mis contemporáneos cambiarían vivir en Singapur o en New York por tener estos placeres cada día. Y quizá llegue el día en el que yo mismo tenga que emigrar. Pero no me sentiré más afortunado por ello. Echaré de menos mi tierra, mis ciudades queridas… y siempre miraría con envidia a los que sí han logrado quedarse. Porque para mí esa será la gente que verdaderamente ha triunfado en la vida. Una amiga que suspira por su tierra y que no puede vivir en ella me dijo un día, hace poco: «Trabajar en lo que te gusta y en tu casa, enhorabuena por eso Álvaro».

Queridas y recalcitrantes señoras de apariencia fina y mirada furtiva: si para ustedes soy poca cosa por querer todo esto en mi vida es que sin duda lo estoy haciendo bien. Quiero quedarme en mi pueblo, salir a correr al monte y seguir viendo los rebaños en sus laderas, y a los perros de esos rebaños queriendo arrancarme la cabeza si me acerco. Y claro que muchas veces me aburro, muchísimas. Pero lo hago porque me da la gana, y lo hago en mi casa. Y prefiero hacerlo en mi casa que a 3.000 kilómetros de ella. Triunfar en una gran capital es algo bueno. Olé por los que lo consiguen. Para otras opciones respeto, señoras, mucho respeto.
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