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Con la cruz a cuestas

27/03/2016
 Actualizado a 14/09/2019
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Mientras los leoneses marcaban el paso llevando Cristos a cuestas o miraban cómo los portaban otros en una imagen tradicional que se repite año tras año, la ministra de Fomento, Ana Pastor, anunció en Valladolid que los talleres de Renfe que tanta vida dieron a la ciudad desde su instalación en torno a la estación del tren hasta el punto de dar vida al mismo tiempo a un barrio entero, el popular barrio del Crucero, se van a centralizar en la capital de Castilla y León, dada su situación estratégica, que es como ahora le llaman al centralismo ¿Creen que alguien dejó de desfilar al enterarse de la noticia? ¿Supone usted que los leoneses abandonaron los pasos y las trompetas para reaccionar en bloque ante lo que sin duda alguna supone un golpe de gracia más a la ya desmantelada industria de una provincia que ha visto como desaparecía toda, superada por la competencia ajena o dejada morir por inoperancia y falta de apoyo? Pues no. Los leoneses, esa mañana y a lo largo de toda la semana de Pasión, continuaron marcando el paso por la ciudad en un aquelarre procesional que ha hecho ésta intransitable, algo que al parecer gusta mucho a sus habitantes y a los turistas. Y, al acabar, se desperdigaron por bares y restaurantes para tomar los vinos de rigor y presumir de testosterona ante sus vecinos, por supuesto ya sin el capirote puesto, para que los demás los vean y los reconozcan ¿Qué les importa a ellos que, mientras tanto, los últimos mineros leoneses pasen a ser un recuerdo socioantropológico después de más de un siglo pilotando la economía de la provincia, que las granjas de leche de la montaña desaparezcan porque las distribuidoras ya no les recogen la producción a los ganaderos o que Valladolid siga acaparando todas las instituciones públicas a la vez que centraliza con el apoyo de éstas siempre que puede en su territorio lo poco que les queda al resto de las provincias de la comunidad, que ven de esa manera cómo sus poblaciones y recursos menguan mientras que los de la capital autonómica crecen de día en día y de año en año, al revés que en ellas.

Eso sí, cuando la Semana Santa termine y los tambores y las trompetas dejen de sonar, a la hora del café o de la partida los leoneses se quejarán de lo mal que está León y de que sus hijos tienen que emigrar para buscar trabajo en otro lugar con menos procesiones y murallas, pero con más empresas y polígonos industriales y tecnológicos. Y la culpa, claro, será de Valladolid.

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