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Con Javier Cercas, en su planeta

25/11/2019
 Actualizado a 25/11/2019
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Javier Cercas estaba contento. No tanto por haber ganado el premio Planeta de novela (bueno, por eso también), sino porque decía que había descubierto de pronto, dentro de sí, a un escritor nuevo. Alguien que aún no se había atrevido a ser. Desde ‘Las leyes de la frontera’, si no recuerdo mal, he entrevistado regularmente a Javier Cercas y en cada uno de esos encuentros lo he encontrado más seguro de sus historias, más entusiasmado con sus hallazgos de historia ficcionada, o de novela sin ficción, o de novela de Javier Cercas con Javier Cercas dentro. En alguna presentación, recuerdo sus debates con el público. A muchos les extrañaba esa manera de abordar la Historia, desde lo periodístico (‘El impostor’) a las indagaciones sobre la propia familia (‘El monarca de las sombras’). Había, como también en ‘Soldados de Salamina’, la novela que le lanzó al estrellato, un componente personal, tamizado por algunas capas de literatura, pero transparentes. También se daba un componente de autoficción, o como diablos se llame eso ahora. Cercas se aproximaba a algunos hechos que conocía para levantarlos del suelo y mirar en el envés. Allí puedes encontrar muchas cosas. Trataba a la Historia desde lo doméstico, desde lo que conocía o creía conocer, o, en el caso de Enric Marco, como el resultado de lo que estaba investigando y novelando a la vez. Finalmente, todo lo suyo era un viaje a la búsqueda de la verdadera identidad, una indagación sobre lo que nos forma y construye. En casi todas las entrevistas que he tenido con él me decía: «todo es realidad. Todo. La ficción que escribimos es realidad, una vez escrita. Y la historia nos afecta. Nos afecta personalmente, no de una manera general».

Así que aquí estoy otra vez con Cercas, en una mañana lluviosa: llega acompañado de Manuel Vilas, con el que he coincidido menos veces, pero sí algunas, y que ha sido finalista del conocido premio literario con ‘Alegría’, siguiendo la estela de la extraordinaria mirada personal de ‘Ordesa’. De Vilas hablaremos otro día. Cercas, con ese aspecto de cierta fragilidad, su chaqueta colocada con libertad absoluta, sin mucho miramiento, sus gafas sin pretensiones, su pelo revuelto, parece estar en forma, a pesar de las muchas entrevistas que lleva encima, y de las que le esperan. Se toma lo suyo de una forma pasional, intensa, así lo recuerdo siempre. Y no suele dejar indiferente a nadie: por eso Cercas es un autor que no pasa desapercibido jamás. Para bien o para mal.

Para explicar ‘Terra Alta’ (Planeta), la novela premiada, Cercas acude al otoño catalán de 2017, que le cambió la vida. Probablemente le cambió la vida a mucha gente, pero él asegura que ya no ha vuelto a ser el de antes. Es algo que ahora dice a todo el mundo, en numerosas entrevistas, pero, en principio, no estaba tan contento con el vacío en que parecía estar atrapado. Con ‘El monarca de las sombras’, Javier Cercas había regresado al entorno familiar, a la historia de Manuel Mena, falangista, tío de su madre, que murió en combate sin alcanzar siquiera los veinte años. No fue un regreso sin cierta polémica, justo es decirlo. Me confiesa (lo ha hecho alguna otra vez, pero no muchas) que ya había escrito 150 páginas de ‘El monarca de las sombras’ después de ‘Soldados de Salamina’, pero que entonces no se sintió con fuera suficiente para publicarlo. Tuvo que esperar bastante más.

Sin embargo, en el otoño de 2017, Cercas creyó que había alcanzado el final. El novelista sin ficción, el que visitaba continuamente la memoria, o trabajaba sobre los recuerdos familiares, sobre el pasado incómodo, sobre las herencias inevitables, sobre la historia vista desde algunas habitaciones propias, se hacía a un lado. Y de pronto se vio escribiendo artículos, dando entrevistas a periódicos extranjeros, explicando una y otra vez su visión de Cataluña, y asuntos así. La historia presente, sin necesidad de acudir a la pasada, le sacudió como un terremoto. Le envió al despacho, a la pantalla de ordenador, como si fuera el único lugar en el mundo al que pudiera agarrarse. Pero, durante meses, salvo los compromisos con revistas o periódicos, no escribió nada.

Y así nació ‘Terra Alta’, me dice. En ese territorio de Tarragona al que había acudido a presentar su novela anterior. Fue en aquel lugar donde Cercas se imaginó a un ‘mosso’ que se ve obligado a rehacer su vida casi desde las cenizas, a encontrar una patria personal. “Como he dicho ya estos días, lo que me sorprendió de la Terra Alta, que es como un territorio aparte, es que me dijeron que allí jamás pasaba nada. A mí me intentaron robar el coche, y entonces la policía se extrañó muchísimo. Entonces pensé: ¿qué ocurriría sin en un lugar donde no pasa nada de pronto empieza a pasar algo? Y ese fue el germen de la novela, que es, ya lo has visto, un ‘thriller’. Pero no sólo. Me gustan las novelas sin pretensiones, las que no se creen sofisticadas, pero que, sin embargo, obligan a repensarlas, a releerlas. Creo que le pasa a ‘Terra Alta’. Es una novela mía sin que esté yo dentro, esta vez. Es mi nuevo yo de escritor porque odiaría repetirme y llevaba camino de ello. Bueno, uno siempre está en sus libros, claro. Parece una novela negra, eso es todo. Hay un crimen [los dueños de Gráficas Adell aparecen torturados y asesinados], hay que resolverlo. Pero ese crimen sirve para desplegar la vida de Melchor Marín, que tiene un pasado difícil, pero cuya personalidad me fascina: ¿de dónde nace su rabia, su furia? Este es el asunto”, me dice Cercas.

Este es el punto en el que la novela negra que ha construido Javier Cercas se revela como algo más. La cuestión de hallar un lugar pacífico donde construir una familia. ‘Terra Alta’ como lugar de redención, como lugar de silencio. El conflicto de la identidad y la culpa, tan habituales en la sociedad contemporánea. Ese conflicto que rondaba la mente de Cercas en aquel conflictivo otoño de 2017 en Cataluña. «La historia nos afecta uno a uno, personalmente», vuelvo a transcribir su frase, porque creo en ella. «Melchor Marín encuentra allí, al fin, la verdadera patria. Una patria como la que encuentra Sancho al final del Quijote. Esa que le hace plantarse de hinojos y llorar, al recuperarla tras tantas aventuras con su amo. Es la patria de cada uno, la casa, el lugar donde te esperan tus seres queridos». Y así, sin perder el hilo tenso del drama, del ‘noir’, de la investigación policial, Cercas indaga también en ese lugar al que verdaderamente pertenecemos, y que, a menudo, tiene que ver con la emoción y el amor.
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