02/10/2015
 Actualizado a 19/09/2019
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Imposible no pronunciarse sobre los pitos del Toralín el pasado domingo. A nivel general, la Deportiva supo controlar el ímpetu del Bilbao Athletic - mucho mejor equipo de lo que dicta la clasificación y lejos de la imagen habitual de filial - y salvo dos genialidades puntuales de Guarrotxena, el peligro fue más por deméritos propios que por la inspiración visitante.

¿El problema? Tras probar el caviar resulta difícil volver a los garbanzos. El equipo el año pasado encandilaba; rápido, vertical, con mucha imaginación y dinamita en los metros finales, una magia que todavía no ha aparecido esta temporada.

Con el recuerdo de la Ponferradina del año pasado todavía fresco en la memoria y un partido difícil de digerir para el espectador, llegaron los primeros silbidos de la era Díaz.

¿El equipo jugó mal? ¿Fueron merecidos? El madrileño dio con la clave tras el choque; los tres puntos ante el Bilbao Athletic fueron tan justos como las tres derrotas a domicilio en las que a pesar de cuajar un partido gris, el rival no fue superior.

Acertado en el diagnóstico, a Díaz le fallaron las formas.Que cada uno llevamos un entrenador dentro es un verdad universal. Que el que mejor sabe como está cada futbolista es el propio Manolo, también, y sin menospreciar la franqueza con la que el técnico habla en sus apariciones públicas, con sus palabras no solo debe ganarse la complicidad de sus jugadores, también de la grada.

La comunión entre el equipo y El Toralín convirtió el estadio en un fortín - solo tres derrotas en todo el curso - y ninguna de las dos partes debe perder la perspectiva, porque todavía es pronto para condenar a nadie y solo hace falta echar un rápido vistazo a la clasificación para entender que ante tanta igualdad, ningún partido será un paseo.
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