Como siempre, imprescindibles

25/03/2020
 Actualizado a 25/03/2020
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Hace nada –seguramente fue la última noticia antes de ‘la noticia’– no pudieron más, se hartaron de tanto olvido, desprecio, ruina y desvergüenza y cogieron sus tractores camino de la capital, la tomaron, todas sus calles, todos los carriles, la llenaron de gentes de cara cobriza y manos con callos. «Hasta aquí hemos llegado», decían, y nadie les quitaba la razón, porque es imposible. Pocas veces ha habido tanta unanimidad para aplaudir a quienes colapsan una ciudad.

Pero, de repente, aquel mundo se apagó y se encendió la luz del caos, del miedo, de acumular papel higiénico sin que nadie alcance a entender la elección. A cualquiera de los mundos que se llegue, el esperado o el sorprendente, hay que alcanzarlo comiendo cada día y habrá que comer cuando llegue. En ese momento los tractores volvieron a arrancar, las gentes de cara cobriza y manos con callos ya no dijeron ni una palabra de dinero, no preguntaron precios, no repitieron la irracional expresión de «trabajar a pérdidas»... se subieron a los tractores.

Pero el GPS del tractor ya no apuntaba hacia la ciudad sino hacia las tierras, a los sembrados, bajaron los arados y se pusieron a hacer lo que mejor saben, alimentos.

Como siempre, en las peores épocas siempre están dispuestas sus manos con callos y sus rostros golpeados por el sol. Imprescindibles.
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