Cómo montar una mesa

En primer lugar, asegúrese bien de que lo que realmente le hace falta es una mesa, que no sean sillas o sillones, ni mucho menos un trono. Realizada esta primera comprobación, mida el espacio en el que colocará el mueble, teniendo en cuenta la distancia necesaria para poder moverse con seguridad y comodidad por la habitación. Un mesa demasiado grande será inoperativa, mientras que una demasiado pequeña generará peleas por cada centímetro de superficie.

Cuando ya tenga claro el tamaño adecuado, es el momento de elegir la forma. Tenga en cuenta que las mesas presidenciales alejan a las personas, mientras que en las mesas redondas es muy difícil esconderse de los que nos caen mal, aunque tienen la ventaja de poder instalar un brasero, la épica del Rey Arturo y la coña de los Monty Python. Los inventos como mesas octogonales y cosas así suelen acumular demasiado polvo en las esquinas y sus aristas pueden resultar peligrosas.

Una vez elegida la forma, no descuide detalles como la altura, la distribución de las patas y la distancia que las separa del borde, el material, color, acabado, etcétera. Recuerde que el propósito para el que se utilizará debería ser el principio rector de la elección, por lo que es posible que requiera de extras como suficientes y buenos enchufes.

Por último, también ha de determinar si la construye usted mismo, la encarga o adquiere una prefabricada. Este año, querido leonés, como ya ocurriera en el pasado, no se podrá desplazar el próximo viernes hasta la famosa tienda de muebles astur-sueca que cada 23 de abril ofrece un plan alternativo e infinitamente más interesante que los que se proponen dentro de los límites que, pandemia mediante, acotan hoy nuestra normalidad. De modo que, pese a la urgencia que pueda tener, tendrá que dejar el tema de la mesa para más adelante y, como ha hecho hasta ahora, con mayor o menor éxito, continuar sobreviviendo sin ella.