"Como la madera, somos luz y calor, pero al final ceniza"

Mariano Calvo Haya es un poeta cántabro que, desde hace 30 años, pasa "al menos dos fines de semana al mes" en tierras leonesas del Curueño. Y en León, Eolas acaba de publicar ‘La madera que arde’, el libro que este jueves (20.30 horas) presenta en el Gran Café

Fulgencio Fernández
02/01/2020
 Actualizado a 02/01/2020
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«Es cierto que en algún lado escribí que presento el último libro en mi segunda casa; porque lo es, León y El Curueño, tierra a la que vengo desde hace treinta años al menos un par de veces al mes y a temporadas... si mi primera casa es Cantabria,donde nací, la segunda es ésta». Así explica Mariano Calvo Haya (Santander, 1961) las sensaciones y sentimientos que tiene ante la presentación de ‘La madera que arde’ este jueves en El Gran Café, con tantas vertientes leonesas: «Hace dos años presenté aquí mi anterior libro, me encantó el acto, allí conocí a Héctor Escobar y nació el germen de este libro que vuelvo a presentar en esta tierra medio mía desde que conocí a mi pareja, Sol, de La Mata de la Bérbula, leonesa y del Curueño».

- ¿Está el Curueño presente en este libro?

- Está el Curueño presente en mí; y en este libro, tanto que algunos de los versos del poema que le da título al libro nacieron exactamente hace dos años, en la mañana del primer día del año, cuando salí a dar un paseo por los alrededores del pueblo, en una mañana que recuerdo perfectamente de niebla y donde nació aquel poema.

Se muestra convencido Calvo Haya que «parecía predestinado a cruzar mi camino con León», desde niño, pues, recuerda, «mi padre trabajaba en Telefónica, en aquella época en la que andaban con la casa a cuestas, de un lado para otro, poniendo los tendidos. Y él estuvo mucho tiempo por León y Asturias, recordaba mucho lugares como Boñar, Busdongo o Puente de los Fierros, ya en Asturias».

Y en León está en muchos de los poemas de este libro; otro origen, más lejano, lo tiene en uno de los muchos viajes que Mariano Calvo realiza. A él pertenece la fotografía que ilustra la portada, que puede ser considerada también un poema visual pues conlleva la misma idea de los poemas. «Fue tomada en un barracón de los que aún se conservan en el campo de concentración de Majdanek, en el oriente de Polonia; metáfora sin duda de la capacidad del ser humano para convertir en ceniza esa madera viva que, en definitiva, somos todos». Una metáfora que explica el autor: «La madera en un momento dado es luz o calor, gracias al fuego, pero el destino final es desaparecer, la ceniza, algo muy presente en lugares tan terribles como un campo de concentración».

Explica el autor que ‘La madera que arde’ está articulado en tres espacios y un epílogo que se encuentran ligados íntimamente con las preocupaciones y las inclinaciones del autor. «El primer apartado refleja la supervivencia en tiempos difíciles de los espacios naturales que acostumbro a frecuentar, teniendo un trato especial el mundo ornitológico y las montañas que me acompañan desde mis años más jóvenes». La segunda parte se acerca a territorios más personales, en los cuales se procura retratar con unas cuantas pinceladas su infancia, crecimiento y madurez. El tercero de los apartados se centra más «en los ámbitos sociales y políticos que le han tocado vivir, o al menos vislumbrar, y con ello, aun sin querer, se acerca a la esencia viajera del autor», ha visitado buena parte de los países de América y de Europa, algunos de África, como Malí, Burkina Faso, Etiopía o Senegal, y parte de Asia, con especial mención para Siria o Irán, lo cual le ha permitido, no solo incorporar multitud de experienciasen su discurrir poético, sino también colaborar en revistas digitales, como ‘Amberes’, con crónicas sobre algunos de esos lugares.

Su compromiso social le ha llevado a militar en Comités de Solidaridad con los pueblos del mundo y ha colaborado a través de sus escritos con la Asociación Cantabria por el Sahara. En los últimos tiempos dedica gran parte de suactividad a la recuperación de la memoria colectiva e histórica de Cantabria a través de la asociación denominada Desmemoriados. «Hay que seguir trabajando en este campo pues en España, al contrario que en países como Argentina o Chile, la derecha se resiste a reconocer el derecho de los familiares a recuperar los cadáveres de los represaliados; tengo el convencimiento de que lo que hay es mucho franquista que disfraza su condición argumentando que hablamos del pasado, que ya hace setenta años...».

- ¿Y cómo ves el futuro?

- Para mí esta historia es una carrera de resistencia, seguir sacando a la luz la historia de gente corriente que fueron sepultados, ya sea en Cantabria o en León, donde las cunetas siguen estando llenas».
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