08/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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La despoblación de jugadores de mus hace mella en el paraíso redipollejo incluso a primeros de agosto, así que algunas tardes no queda más remedio que pasar la sobremesa en el escaño y esperar a que llegue la hora en la que hace falta poner la chaquetina para salir a la calle. Y precisamente en plena siesta andaba una tarde cuando un mosquito osó despertarme posándose en mi cabeza. Después del manotazo que me propiné sin conseguir acabar con su vida, la mala hostia se tornó en satisfacción al ver que en la tele salía uno de mis admirados héroes, el teniente Colombo, al que seguramente no había visto desde que era un mico y las anginas me dejaban sin ir al colegio alguna mañana. Allí estaba el tío –con su arrugada gabardina, su viejo coche y su cascacada voz de siempre– resolviendo los crímenes más complejos que uno pueda imaginar pese a no parecer el más listo de la clase. Quizá mi admirado teniente –en caso de seguir entre nosotros– habría sabido desentrañar también el homicidio político que se está perpetrando cada día en este nuestro país. Me lo imagino rascándose la cabeza, con la mirada perdida y con una tímida sonrisa que indicaría que ya habría averiguado quién es el verdadero culpable del bloqueo de la cosa pública. Se decantaría quizá por el presidente aviador –también conocido como Simba por pretender que socios y rivales se postren ante él como si tuviera una mayoría absolutísima– aunque también habría pistas que podrían apuntar hacia la derecha –esa que prefiere que gobierne toda la patulea antes que abstenerse– o hacia el clan podemita, cuya única obsesión es tocar poder para no acabar definitivamente en el guano. Pero desgraciadamente Colombo no está y yo –por mucho que me rasco la cabeza– no logro dar con solución alguna. Solo nos queda confiar por tanto en nuestra clase política, liderada por Simba, que ya tiene por ejemplo una fórmula mágica para frenar la sangría demográfica, descentralizar las instituciones y llevar funcionarios a las zonas vacías. Le doy vueltas al asunto y me rasco la cabeza como Colombo, pero creo que un ministerio en el paraíso redipollejo solo resolvería la despoblación de jugadores de mus.
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