La huella de los restos del edificiose pierde en la Desamortización, fueron vendidos Repasando las casi 350 páginas del volumen de Colinas Lobato se comprueba el ingente trabajo y los numerosos datos e historias sobre un lugar olvidado y perdido para siempre. Reconoce que han sido muchos años recogiendo datos y notas «sobre un lugar que siempre me había interesado. Un día aparecía algo en un archivo, en un artículo...». Hasta el libro, aunque sí lamenta que la gran mayoría de los datos haya tenido que rastrearlos en archivos de León o Madrid; «cuando tuvimos en nuestra tierra el Archivo del Adelantado del Reino de León, y no nos quede prácticamente ninguna información». No era nada fácil la labor investigadora del cronista oficial pues, dice, se trataba de una época bastante remota y no quedaban restos de la edificación que nos permitieran saber algo más de esta docta casa de gran vitalidad cultural y religiosa, desde 1592 hasta 1835, en el que se hace el inventario de las rentas, papeles y efectos que tenía»

La ausencia absoluta de restos del edificio hacía complejo incluso documentar el lugar exacto donde se ubicaba el Convento, que Colinas sitúa «extramuros del burgo de nuestra villa de La Bañeza, en un elevado paraje llamado El Paramito, desde el cual seguramente los monjes se podían encontrar más cerca de la soledad y de Dios». Y explica que es difícil la ubicación exacta pues por medio hubo luchas con otra órdenes religiosas. Se sabe tuvo su sede inicial en el llamado Hospital de la Vera Cruz en 1595. Pero, dado el mal estado que presentaba este recinto, las autoridades de la época le buscaron otro espacio extramuros, en el citadoparaje de ‘El Paramito’».
El edificio y los bienes
Siguió José Dionisio Colinas, al margen de la historia del Convento, el destino del edificio y también el de algunos bienes de gran valor que había en él, siendo una curiosidad algo más que anecdótica que hubo cartas de la propia Teresa de Jesús.
Entre las joyas perdidas hay cartas de Santa Teresa de Jesús y un manuscrito de San Juan de la Cruz El edificio (sus restos) llegó hasta la Desamortización de Mendizabal y recuerda el cronista oficial que «tanto el solar como la huerta fueron subastados y comprados por Eugenio Gutiérrez, que posteriormente los fue vendiendo por partes, como solares, hasta propiciar la formación del barrio de San Eusebio, precisamente conocido por barrio del Carmen. Estos pasos supusieron la desaparición total del Convento como tal, sus piedras andarán por ahí».
La otra parte eran los bienes. Algunos también se perdieron pese a su incuestionable valor, como las citadas cartas de la santa oel libro manuscrito La subida al Monte Carmelo, de San Juan de la Cruz, que el padre Domingo de la Madre de Dios trajo a La Bañeza en 1627».Tambiéndesaparecieron cuadros, buena parte de la rica imaginería...
Otros bienes han corrido mejor suerte. Joyas como Orisgonta, puede contemplarse en el Museo de León; la talla de La Piedad, del gran Gregorio Fernández, sigue en La Bañeza, en la Iglesia del Carmen, así como una Santa Teresa que algunos atribuyen también a Gregorio Fernández, pero sin absoluta seguridad.
Son los restos de un naufragio, que ahora cuenta con una nueva joya que también está en La Bañeza, el libro de José Dionisio Colinas.